Miguel Molina Díaz
Cuando
la conocí, en la época en que fue candidata a la Asamblea Constituyente, me
pareció una mujer de carácter. Me agradó su firmeza y su convicción profunda
sobre la trascendencia de eso que llaman Revolución Ciudadana. Ella también era
de la idea, común en esa época, de que la Constituyente de Montecristi era la
madre de todas las batallas. Por eso su campaña fue tenaz, incesante,
contundente.
En
esos días, entre los chismes que se escuchaban, se decía que Pilar era
excesivamente dura con su equipo. Decían, entre chisme y chisme, que el trato
que tenía con sus asistentes de campaña rayaba en la prepotencia. Me parecieron
habladurías incomprensibles, pero en una ocasión dudé sobre su posible veracidad
cuando la vi reaccionar muy mal en alguno de los recorridos.
No
la he vuelto a ver desde esa época, sin embargo, ahora no tengo ninguna duda
sobre lo cierto de las acusaciones contra ella. Sus alumnas, Mayra Carillo y
Michelle Bejarano, denunciaron al Consejo Directivo de la Universidad Central
constantes agresiones verbales e incluso físicas de parte de la profesora Pilar
Núñez. Carolina Congo, una estudiante afro descendiente, en su queja ante la
Secretaria de Educación Superior (Senescyt), denunció haber sido victima de
discriminación racial por parte de Núñez.
Como
no podía ser de otra manera en un país tan revolucionario, Pilar Núñez fue
absuelta y las tres estudiantes fueron sancionadas con una suspensión de quince
días, en los cuales se les prohibió acercarse a la universidad. Así es como el
rector Samaniego, a quién todo el país respaldó cuando fue brutalmente atacado,
promueve la impunidad en la alma mater.
Impunidad.
Esa palabra tan dura es la que describe lo que ocurre. Existen los videos que prueban
las agresiones de Pilar Núñez contra sus alumnos y aunque se han difundido en
las redes sociales, no han servido de nada. Al fin y al cabo, Pilar es una
revolucionaria y hay que protegerla (socaparla, creo, sería la palabra adecuada
en su caso).
Quién
ha incurrido en un error, en lugar de negar a raja tabla la acusaciones, debe
asumirlo con responsabilidad. Pero, ¿qué más le podemos pedir a Pilar Núñez
además de ser una revolucionaria comprometida? ¿Es admisible pedirle la
renuncia a su cátedra? En los tiempos de la revolución es preferible que esas
acusaciones queden en el olvido a ser ingratos con una mujer que fue tan leal y
que con tanta vehemencia defendió los intereses del poder.
Algún
día –conservo la esperanza– sino es la justicia, tal vez sea la historia la que
otorgue su justa dimensión a cada uno. Algún día por siempre se disolverá la
capa protectora de la impunidad. Algún día se llegará a la verdad en casos
inaccesibles como los de Glas Viejo, Duzac, Chucky Seven. Algún día Pilar Núñez
se verá frente a la verdad de haber sido una pésima docente que no enseñó a la
sociedad más que la evidente parálisis del sistema universitario público. Sí, algún
día…
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