28 dic 2012

EL OFICIO DE ESCRIBIR



Miguel Molina Díaz

No todas las actividades que realizamos en la vida implican un nivel de valentía tan alto como el periodismo, la investigación, las columnas de opinión y la literatura. Supongo, sin embargo, que los bomberos y, sobre todo, los balleneros (si pensamos en la novela Mobby Dick del gran Melville) son oficios cuyo valor podría superar largamente a los que tienen que ver con la escritura. En cualquier caso creo que en el Ecuador de hoy el peligro que implica la escritura, y por ende la libertad de expresión, es muy alto.

Pensé en titular este artículo “Lo bueno, lo malo y lo feo del 2012”, opción que descarté considerando que –por ser joven, casi un hijo de vecino– carezco de la autoridad jerárquica que requiero para aventurarme en ese juzgamiento. Y por el contrario, elogiar el oficio de escribir me pareció un derecho admisible en el catalogo de cualquier individuo amante de las letras.

De todos modos, con el afán de analizar ese tan perseguido oficio de escribir, me arriesgaré a la valoración del año que se acaba desde la perspectiva de ciertos hechos emblemáticos .

Lo bueno: el lunes 27 de febrero, en un discurso cargado de absurda prepotencia, el presidente cangrejo Rafael Correa “perdonó” a los periodistas Juan Carlos Calderón, Christian Zurita, Emilio Palacio y a los directivos del Diario el Universo, por los agravios que ellos le prodigaran a su honor. El desprestigio internacional y las medidas cautelares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos motivaron –probablemente– el perdón del mandatario después de que se condenara a los periodistas con vergonzosas sentencias emitidas por una Función Judicial de dudable independencia.

Lo malo: De entre todas las malas noticias, probablemente una de las más dolorosas aparece en el libro del periodista Francisco Olivares, “Afiuni. La presa del Comandante” en el cual se revela que la jueza venezolana María Lourdes Afiuni, condenada por el presidente Hugo Chávez Frías en una de sus cadenas televisivas, fue violada en prisión por sus carceleros, quedó embarazada y abortó, así como fue victima de palizas y ataques con armas blancas. Todo eso como castigo por dejar libre a un crítico del gobierno chavista que llevaba 3 años detenido sin juicio. Ahora entiendo, perfectamente, porque la Venezuela de Chávez se salió de la jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Lo feo: de mis primeros días, cuando entré a la universidad, lo más impresionante fue la sensación de estar en un proceso intenso de aprendizaje. Desde entonces comenzó la admiración profunda que profeso a mis profesores, que de todo lo que me han enseñado lo más importante, creo, es el respeto a las opiniones ajenas y la certeza de que no existe una verdad absoluta (menos absolutista). Fue feo –no encuentro un adjetivo más apropiado– leer hace algún tiempo la falta de generosidad de un catedrático respecto de un alumno que, teniendo el valor de escribir y publicar, pudo haber cometido errores por falta de rigurosidad. Pienso que las correcciones de los profesores son necesarias e importantísimas, de hecho nos son indispensables para aprender, pero el maltrato público desde la jerarquía no es digno de un ambiente universitario plural y mucho menos de quienes, en lugar de Torquemadas, deben ser maestros y guías.

Pienso en el valor de quienes escriben precisamente al finalizar este año en el cual se completan, para la bloguera Yoani Sánchez, 20 denegaciones de permisos de salida del país (del gobierno cubano), así como más detenciones y atentados. Su blog, Generación Y, ha llegado a tener 14 millones de accesos al mes. Esto me dice que hay algo muy oscuro y ciertamente conmovedor en esto de escribir, algo que no nos deja arrepentirnos:  el atrevimiento. ¡Feliz 2013!

Los traidores y los héroes de la Revolución Ciudadana



Miguel Molina Díaz

En su cuento “Tema del traidor y del héroe” Borges plantea la posibilidad de que la historia de las revoluciones –y del mundo, ¿no?– sea el producto de una perfecta falsificación de la realidad lograda por medio de los más sofisticados recursos del teatro. Básicamente su cuento gira alrededor de Fergus Kilpatrick, el héroe de la rebelión irlandesa que fue asesinado en 1824. Ante el rumor de una traición Kilpatrick encomienda a James Nolan la tarea de descubrirla; tarea que la asumió a cabalidad y anunció ante el conclave de los rebeldes que el gran traidor era el mismo Kilpatrick, acusación que sostuvo con pruebas irrefutables. Ante la evidencia de la verdad, Kilpatrick personalmente firmó su sentencia de muerte pero “imploró que su castigo no perjudicara a la patria”.

Para cumplir con la sentencia, pero a la vez, hacer de la ejecución del traidor un instrumento para la emancipación de la patria, Nolan plagió escenas de las obras Macbeth y de Julio Cesar al dramaturgo William Shakespeare, y la ejecución se cumplió de tal modo que Kilpatrick fue, a los ojos del pueblo, el más grande de los héroes víctima de un injusto y cobarde asesinato. Borges al respecto escribió: “Kilpatrick, arrebatado por ese minucioso destino que lo redimía y que lo perdía, más de una vez enriqueció con actos y palabras improvisadas el texto de su juez. Así fue desplegándose en el tiempo el populoso drama, hasta que el 6 de agosto de 1824, en un palco de funerarias cortinas que prefiguraba el de Lincoln, un balazo anhelado entró en el pecho del traidor y del héroe, que apenas pudo articular, entre dos efusiones de brusca sangre, algunas palabras previstas”.

He recordado los pasajes del cuento de Borges precisamente con motivo de la renuncia y salida del país de quién fuera el Presidente del Directorio del Banco Central del Ecuador, titular del fideicomiso “No más impunidad” y, sobre todo, primo del presidente Rafael Correa. Como al más digno de los prohombres revolucionarios las cabezas de las funciones del Estado homenajearon hace algunos meses a Pedro Delgado con efusivos discursos, lagrimas en los ojos, abrazos y brindis con copas de champagne. Todos, incluso Domingo Paredes que es quién desde la presidencia del Consejo Nacional Electoral va a contar los votos en las próximas elecciones, acudió en sus mejores galas para homenajear a Delgado, quién injustamente estaba siendo victima de un linchamiento mediático sin ninguna razón válida a los ojos de la Revolución.

Pedro Delgado siempre fue víctima: jamás fue un inconveniente que usara las haciendas incautadas para fiestas privadas sino que el novillo retardatario y corrupto que, no aprovechando la oportunidad de compartir unos segundos con ese prohombre, decidió cornearlo. Su influencia para conceder el préstamo de 800 mil dólares a Gastón Duzac bajo ningún concepto fue irresponsable, todo lo contrario, demostró la disposición revolucionaria para hacer negocios que beneficien a la patria. Y por último, el tema de su titulo universitario fue la peor de las patrañas de la oposición y la prensa mediocre y corrupta, pues, como nos recordó el Presidente de la República: ¿quién dice que para ser presidente del Banco Central hay que ser economista?

La legisladora Pavón que llegó a las huestes del oficialismo después de perder las elecciones encabezando una de las listas de la partidocracia fue la encomendada a dar la posición de Alianza País sobre la renuncia de Delgado y, obviamente, después de reconocer –por primera y única vez– el trabajo de la prensa dio su apoyo al presidente Correa porque se ha “dañado” la confianza del mandatario. Y fue, precisamente el mandatario, quién aseguró que Pedro –ese mismo Pedro ProHombre a quién homenajearon– ha golpeado a la Revolución. Hasta que punto, me pregunto, toda la suciedad a la que el país ha sido expuesto por la ciega defensa al Bachiller Delgado no podría encasillarse en el cuento de Borges. ¿Quién es entonces Pedro: el traidor o el héroe? Pronto el gobierno, pulcro y noble como siempre ha sido, atacará con palabras lapidarias a al traidor Delgado, y así, el ¿héroe? de Carondelet conservará su inocencia eterna y decretada. ¿Y acaso eso también estaba ya previsto?