28 feb 2011

ENSAYO SOBRE LA EQUIVOCACIÓN


Por Miguel Molina Díaz

Lo afirmo con toda certeza: ¡la equivocación es un derecho humano! A lo largo de nuestras vidas nos hemos venido acostumbrando a oír que equivocarnos es inevitable, casi imprescindible; y, de hecho, lo es. Por lo general, nos consolamos diciéndonos entre todos, repetidas veces, que de los errores se aprende o, como decía Heath Ledger en su fenomenal interpretación del Joker: “Lo que no te mata te hace más fuerte”. Evidentemente, no pretendo justificar los abominables errores que la civilización humana ha cometido y repetido a lo largo de la historia; jamás habrá justificación para el holocausto, las inquisiciones, el sometimiento a las mujeres, el asesinato de Salvador Allende, u otros atroces errores que hemos protagonizado.

Sin embargo, no concibo que los humanos perdamos nuestro Derecho a Equivocarnos. Estamos condenados, por nuestra naturaleza, a cometer errores a lo largo de nuestra vida, pero vamos creciendo en la marcha. Si nos quitan la posibilidad personal de cometer errores, no podremos aprender nada. Nunca me gustaron los juegos de azar, pero no puedo entender qué trascendencia puede tener combatir la ludopatía desde el Estado. ¿Por qué pretenden que el Estado, cual santo cura, nos diga lo que está bien o mal?

Siempre fui un implacable antitaurino, escribí y protesté durante años en contra de las corridas de toros, pero resulta tan ofensivo que los que planearon la consulta subestimen tanto nuestra inteligencia y capacidad de discernir, nuestra convicción profunda por proteger a los animales. No son ecologistas, menos aún de izquierda, solo pretenden capturarnos a quienes protegemos a los animales para votar SI en todas las preguntas, sobre todo en las de reestructuración –secuestro– de la Función Judicial.

Ahora quieren regular los contenidos de la programación para evitar los mensajes de violencia sexual o discriminatoria. Suena bien su moral. Sobre todo cuando nadie regula con norma jurídica alguna –y está relativamente bien que así sea– la violencia del Presidente de todos los sábados en su cadena. ¡Él sí tiene derecho a equivocarse! Es innegable que la televisión ecuatoriana tiene una programación detestable pero, por más errados y equivocados que estemos cuando decidimos verla, el Estado no tiene por qué impedírnoslo. ¡No cubran con moralidad su intención de controlar los medios, por favor!

Lo confieso: no me gusta la moralidad. Quiero equivocarme viendo la programación que me dé la gana sin que un Ayatola Jomenei me condene por eso, menos aún con normas. No quiero un Estado que defienda la moral, que determine lo que es bueno o malo, que piense por mí. Tal vez, si los egipcios tuvieran elecciones democráticas, se equivocarían eligiendo a sus líderes y las protestas en contra de Mubarak habrían sido un error. ¡No importa! Es preferible equivocarse. Debemos defender nuestro derecho a equivocarnos porque pronto la extraña moralidad de quienes dirigen el Estado nos enceguecerá con sus pretextos, con su moral embaucadora. Creo que el país debe recuperar la visión, el pensamiento, porque con esta consulta, citando a Saramago, “creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven.”
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*Aula Magna - Publicación Mensual de la Universidad San Francisco de Quito.

3 feb 2011

EL DESAFÍO DEL FENÓMENO LITERARIO


Miguel Molina Díaz

¿Cuál es el rol de la literatura y la poesía, ahora, en los albores del siglo XXI? ¿Sigue siendo su objetivo principal cambiar los esquemas de la sociedad? Para los jóvenes protagonistas del legendario Mayo Francés de 1968, la literatura significó la esencia de una jornada revolucionaria que se expandió alrededor del mundo y que, según Jorgenrique Adoum, testigo presencial de ese momento en la historia, estuvo basada en postulados poéticos: “¡Corre, camarada, que lo viejo te persigue!” “¡El Estado es cada uno de nosotros!” “¡Seamos realistas, exijamos lo imposible!” “¡L'Imagination au pouvoir!” Es decir, el espíritu que motivaba las protestas contra el orden establecido se expresaba por medio de la metáfora, y de este modo, los versos, como elementos literarios, caracterizaron un activismo político profundo y radical que denunció las perversiones de la sociedad del siglo XX.

Una vez iniciado el siglo XXI, la humanidad existe en una época insólita, en donde el tiempo y el espacio pierden sus concepciones ortodoxas, frente a la llamada Era Digital que revolucionó la vida de hombres y mujeres, sus formas de relacionarse, el acceso a información y conocimiento, en otras palabras, todo lo relacionado al ser humano: la política, la economía, la cultura…, etc. ¿Resistirá la literatura a las nuevas características de esta sociedad mundial incipiente? ¡Claro que sí! La desaparición del libro es un mito tan absurdo como la teoría de aquellos que piensan que el fenómeno literario, a diferencia de los siglos pasados, ya no tiene como objetivo principal cambiar los esquemas de las sociedades humanas. Evidentemente los creadores literarios, ya no están tan estrictamente ligados a ideologías, partidos o revoluciones, como por ejemplo durante la Guerra Fría, pero es innegable que la literatura sigue siendo una herramienta fundamental e indispensable en la construcción artística, política, cultural e intelectual de las estructuras sociales que precisamente en este siglo se encuentran en un proceso de evolución, replanteo, redefinición, sin precedentes.

Sin lugar a dudas, los desafíos de la literatura para continuar emancipando al género humano, concebido ahora como parte integral de la naturaleza, cobran dimensiones gigantes en este tiempo de cuestionamientos. La humanidad entera y la literatura como manifestación del pensamiento y su poder, tendrán que ir rompiendo sus paradigmas, prejuicios y estereotipos para conquistar derechos y libertades inminentes: el reconocimiento jurídico de la autonomía de la mujer para tomar decisiones libres sobre su cuerpo y sobre su salud sexual y reproductiva, el respeto de los derechos e inclusión en la sociedad de los GLBTTs, mecanismos para el cuidado y conservación del medio ambiente y la protección de los animales, la eliminación de la discriminación en todas sus formas e incluso la abolición mundial de la pena de muerte; todos elementos que, junto a otros objetivos paradigmáticos, coadyuvarán a construir una nueva noción -¿comprensión conceptual?- de justicia social y democracia.


*Aula Magna - Publicación Mensual de la Universidad San Francisco de Quito