2 may 2012

Quito se desintegra y los ciclistas la salvan



Miguel Molina Díaz

La tarde del sábado fue perfecta para un paseo en bicicleta. A pesar del indescifrable clima, el aire era una invitación a la reconciliación con la ciudad y el valle. Cumbayá, a las afueras de Quito, ofrecía la posibilidad de un frio menos intenso y menos desolador. Pero llovería al fin y al cabo. ¿Y si llovía, qué? ¿En qué podían cambiar las cosas? Lo importante era subirse a la bicicleta y salir. Salir por las calles. Reconocer las largas calles de Cumbayá en el trayecto inofensivo ¿al cine?, ¿a visitar a la familia?, ¿a una amiga? Más no había la necesidad de motivos ni pretextos, el ciclismo puede ser un fin en si mismo si te atreves a soñar. Tal vez Salomé Reyes simplemente salió a montar en bicicleta sin ningún destino específico más allá de disfrutar de su pasión, como era su derecho.

A las tres de la tarde, informan los periódicos, Salomé Reyes se convirtió en la sexta ciclista en sufrir un accidente en lo que va del mes. Pero en el caso de Salomé el desenlace fue fatal: al día siguiente decenas de familiares y amigos acudieron a su sepelio. Un fin de semana, que pudo haber sido como cualquier otro, se convirtió en el fin ineludible de una joven victima del caos vehicular de Quito y sus alrededores.

El día lunes, a las siete de la mañana, los ciclistas se manifestaron en la Tribuna de los Shyris, todavía arrastrando el dolor por la ausencia de Salomé, y algunos de ellos, en la tarde, fueron recibidos por el tristemente celebre burgomaestre de Quito. La necesidad de políticas públicas para garantizar el derecho al ciclismo es evidente pero el tema, en cuanto a la municipalidad concierne, es mucho más complejo: el ciclismo debe ser considerado no simplemente uno de los deportes que podemos practicar los quiteños sino un medio de transporte sustentable como alternativa al colapso innegable del sistema de transportación público y privado de nuestra ciudad.

Después del mortal accidente el responsable se dio a la fuga, como ha sido común en los cientos de casos con los que nos hemos acostumbrado a vivir los ecuatorianos. Otro chofer del transporte público que recurre a la cobarde impunidad, ¡cómo si la vida de Salomé no hubiera valido nada! ¡Cómo si matar a una joven ciclista no significara nada! Y en respuesta al crimen el espíritu de cuerpo de los transportistas tiene el olor fétido de la prepotencia y el olvido. Después de todo, lo que les interesa a los señores choferes, es seguir trabajando para burlarse todos los días de los puntos de sus licencias y ser los reyes y amos de las calles, todopoderosos y brutales.

El anárquico sistema de transportación en Quito no solamente lesiona los intereses y derechos de los ciclistas, sino los pilares fundamentales sobre los que creímos podría estar cimentada esta ciudad. Pronto Quito olvidará a Salomé Reyes y nadie hablará de ciclistas muertos en las vías por la impericia de buseros, hasta que se repita la historia y el sistema de transporte cobre otra victima. Y nos lamentaremos por ellos un día o dos. Después, igual que a Salomé, los olvidaremos. A esto nos estamos acostumbrando los quiteños, cada vez más cómodos e impávidos, cada vez más privadamente feroces en nuestro desinterés -¿desprecio?- por el otro, por los derechos del otro, por el respeto al otro y por la vida del otro. Si no fuera por los ciclistas que indignados protestaron el lunes por la muerte de su compañera, el crudo peso de pensar que esta ciudad se está acostumbrando al horror hubiera sido, ciertamente, la atroz consecuencia de nuestra desintegración moral como ciudadanos capitalinos.

Espero, sin embargo, que tu muerte nos sirva de algo Salomé, nos salve de alguna manera, nos permita soñar con una ciudad en donde nadie vaya a repetir tu muerte. Espero que no hayas muerto en vano Salomé, te has ido de Quito –y del mundo ¿no?- sin saber que tu muerte nos podía ayudar de alguna forma, nos podía devolver nuestro derecho a reclamar el uso del espacio público, el esparcimiento y el deporte. Cae la noche en la Capital del Ecuador y a lo lejos veo la silueta de una ciclista pedaleando por las calles de mi ciudad, pedaleando por nuestras carreteras y conciencias, pedaleando…

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