Miguel Molina Díaz
La tarde del sábado fue perfecta
para un paseo en bicicleta. A pesar del indescifrable clima, el aire era una
invitación a la reconciliación con la ciudad y el valle. Cumbayá, a las afueras
de Quito, ofrecía la posibilidad de un frio menos intenso y menos desolador.
Pero llovería al fin y al cabo. ¿Y si llovía, qué? ¿En qué podían cambiar las
cosas? Lo importante era subirse a la bicicleta y salir. Salir por las calles.
Reconocer las largas calles de Cumbayá en el trayecto inofensivo ¿al cine?, ¿a
visitar a la familia?, ¿a una amiga? Más no había la necesidad de motivos ni pretextos,
el ciclismo puede ser un fin en si mismo si te atreves a soñar. Tal vez Salomé
Reyes simplemente salió a montar en bicicleta sin ningún destino específico más
allá de disfrutar de su pasión, como era su derecho.
A las tres de la tarde, informan los
periódicos, Salomé Reyes se convirtió en la sexta ciclista en sufrir un
accidente en lo que va del mes. Pero en el caso de Salomé el desenlace fue
fatal: al día siguiente decenas de familiares y amigos acudieron a su sepelio.
Un fin de semana, que pudo haber sido como cualquier otro, se convirtió en el
fin ineludible de una joven victima del caos vehicular de Quito y sus
alrededores.
El día lunes, a las siete de la
mañana, los ciclistas se manifestaron en la Tribuna de los Shyris, todavía
arrastrando el dolor por la ausencia de Salomé, y algunos de ellos, en la
tarde, fueron recibidos por el tristemente celebre burgomaestre de Quito. La
necesidad de políticas públicas para garantizar el derecho al ciclismo es
evidente pero el tema, en cuanto a la municipalidad concierne, es mucho más
complejo: el ciclismo debe ser considerado no simplemente uno de los deportes
que podemos practicar los quiteños sino un medio de transporte sustentable como
alternativa al colapso innegable del sistema de transportación público y
privado de nuestra ciudad.
Después del mortal accidente el
responsable se dio a la fuga, como ha sido común en los cientos de casos con
los que nos hemos acostumbrado a vivir los ecuatorianos. Otro chofer del
transporte público que recurre a la cobarde impunidad, ¡cómo si la vida de
Salomé no hubiera valido nada! ¡Cómo si matar a una joven ciclista no
significara nada! Y en respuesta al crimen el espíritu de cuerpo de los
transportistas tiene el olor fétido de la prepotencia y el olvido. Después de todo,
lo que les interesa a los señores choferes, es seguir trabajando para burlarse
todos los días de los puntos de sus licencias y ser los reyes y amos de las
calles, todopoderosos y brutales.
El anárquico sistema de
transportación en Quito no solamente lesiona los intereses y derechos de los
ciclistas, sino los pilares fundamentales sobre los que creímos podría estar
cimentada esta ciudad. Pronto Quito olvidará a Salomé Reyes y nadie hablará de
ciclistas muertos en las vías por la impericia de buseros, hasta que se repita
la historia y el sistema de transporte cobre otra victima. Y nos lamentaremos
por ellos un día o dos. Después, igual que a Salomé, los olvidaremos. A esto
nos estamos acostumbrando los quiteños, cada vez más cómodos e impávidos, cada
vez más privadamente feroces en nuestro desinterés -¿desprecio?- por el otro,
por los derechos del otro, por el respeto al otro y por la vida del otro. Si no
fuera por los ciclistas que indignados protestaron el lunes por la muerte de su
compañera, el crudo peso de pensar que esta ciudad se está acostumbrando al
horror hubiera sido, ciertamente, la atroz consecuencia de nuestra
desintegración moral como ciudadanos capitalinos.
Espero, sin embargo, que tu
muerte nos sirva de algo Salomé, nos salve de alguna manera, nos permita soñar
con una ciudad en donde nadie vaya a repetir tu muerte. Espero que no hayas
muerto en vano Salomé, te has ido de Quito –y del mundo ¿no?- sin saber que tu
muerte nos podía ayudar de alguna forma, nos podía devolver nuestro derecho a reclamar
el uso del espacio público, el esparcimiento y el deporte. Cae la noche en la
Capital del Ecuador y a lo lejos veo la silueta de una ciclista pedaleando por
las calles de mi ciudad, pedaleando por nuestras carreteras y conciencias,
pedaleando…
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