Miguel Molina Díaz
No, Rafael. No fue el mundo el que falló. Resultaba, indudablemente, interesante plantear en el debate global la posibilidad de que la Comunidad Internacional compensara económicamente al Ecuador por la decisión de mantener el petróleo bajo tierra y, a cambio, garantizar la preservación de una de las zonas con mayor diversidad ecológica del planeta. Sí, la idea sonaba bien. Pero estaba llena de mentiras. Y ustedes, los poderosos, no han hecho más que reforzar las mentiras a través de su arbitraria y colosal capacidad comunicativa. ¿Que el gobierno estaba comprometido con la salvación del Yasuní? ¡Mentira! Si el bloque 31, ubicado en el Parque Nacional Yasuní, desde hace rato que está siendo explotado por Petroamazonas.
Y no, Rafael. El mundo no falló. Tú fallaste. El mundo no podía comprometerse con una iniciativa propuesta por un gobierno que ha dado fehacientes muestras de no respetar sus compromisos. Ni siquiera con los Derechos Humanos. ¿U olvidas todo lo que has dicho de la Comisión Interamericana de DDHH? Esa a la cual el Ecuador le debe respeto (por decir lo menos) en virtud de tratados internacionales vigentes. No recuerdas, Rafael, que ofreciste donar los 80 millones de dólares que con una inaceptable sentencia judicial quisiste cobrar al Diario El Universo y a su ex director de opinión por las gravísimas injurias que dijiste te habían hecho. ¡Como si en las sabatinas no se afectara el honor de nadie! Tus declaraciones y exabruptos no hicieron más que desprestigiar y manchar la iniciativa. ¿Por qué debía el Yasuní ITT limpiar el dinero obtenido como resultado de una conducta autoritaria?
El mundo no falló. Ustedes fallaron. Y muy en el fondo creo que jamás tuvieron un compromiso real con la iniciativa. Como no lo tienen con la constitución y con los planteamientos originales de tu campaña. Olvidaste las decenas de veces que ustedes ofrecieron su palabra para asegurar que no te interesaba perennizarte en el poder y que la constitución no sería reformada para permitir la reelección indefinida. Y así, con esa misma palabra que dijiste que Pedro Delgado era economista, dices que el mundo falló. Ya lo sé, Rafael, no tienes que decirlo y menos decírtelo tú mismo interiormente: te incomoda reconocer tus errores.
Y no sé como pasarás a la historia. Aunque tú eres de los que piensa que la Historia (así con mayúscula) absolvió a Fidel Castro y le perdonó las ejecuciones extrajudiciales y los éxodos. Pero en verdad, no sé cómo pasarás a la historia. Si como el presidente que hizo de Quito la ciudad en la que el precio por protestar es la cárcel por terrorismo. O como el presidente que más dinero ha gastado en propaganda oficial. O al que más le molesta la libertad de expresión. No lo sé. Todo eso puede dejar de ser importante algún día. Pero pasarás a la historia como el presidente que condenó al último rincón de selva amazónica limpio y puro que nos quedaba a los ecuatorianos. Sí, Rafael, así será aunque te rehuses a escucharlo.
Y pasarán los años, Rafael. Y tú probablemente te jactes frente a tus nietos de todo lo que hiciste. Les dirás que jamás perdiste una elección y que la gente te recibía con lágrimas en los pueblos que visitabas. Y ellos se llenarán de orgullo. Como los nietos de Lenin y Stalin, probablemente. Pero la selva estará destruida, Rafael y eso no podrás olvidarlo pese a que seguramente eso sí ocultarás a tu descendencia. Pero hay verdades que son inocultables. Y las mentiras, Rafael, no por ser repetidas infinitamente, incluso por los medios oficiales, se convierten en verdades. No sé si la historia te absuelva ni me interesa saberlo. Pero un hombre de verdad no echa la culpa a los demás por sus decisiones. Y no, Rafael, no fue el mundo el que falló.
*Publicado originalmente en Diario La República
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