8 feb 2013

El Humor vs. Correa




Miguel Molina Díaz

De los casos que me han llamado la atención, probablemente el que les relataré a continuación es uno de los más fascinantes: el reverendo evangélico Jerry Falwell, uno de los íconos principales del pensamiento conservador en los Estados Unidos, fue objeto en 1983 de una controversial caricatura en la revista pornográfica Hustler, perteneciente al magnate Larry Flynt (a quién lo recordarán por la fenomenal película The People vs. Flynt).

En el marco de entrevistas sobre “la primera vez” de algunos personajes públicos, la revista publicó una caricatura en la cual el reverendo Falwell aparecía en estado de ebriedad y teniendo relaciones incestuosas con su madre en una letrina. Esa publicación lo motivó a interponer una acción en contra de la revista Hustler por reparación de daños derivados de la invasión a la privacidad, calumnia y causación intencional de daño emocional.

Falwell ganó las primeras instancias y en ellas se le concedió el derecho a una indemnización millonaria. El caso, sin embargo, no se resolvió a su favor cuando lo conoció la Corte Suprema. El más alto tribunal de justicia de ese país, al analizar los hechos, concluyó que “las figuras públicas no pueden percibir indemnización por causación intencional de daño emocional por razón de publicaciones tales como la que aquí constituye el tema discutido, puesto que la misma no puede ser razonablemente entendida como describiendo hechos actuales (o reales)”.

La semana pasada, el binomio que con su candidatura pretende perpetuar el autoritarismo en el Ecuador, protestó por la publicación en Diario El Universo de una caricatura de Bonil, en la que se hace parodia del copy/paste en la tesis de Jorge Glas (Rincón del Vago), de los grados simultaneas de la familia Alvarado y se ironiza al respecto del plagio que el “30 de Septiembre” denunció Correa. Esa es, precisamente, la labor del caricaturista, molestar al poder por medio del humor y la ironía. Así ha sido siempre y así se lo reconoció en el caso Hustler Magazine vs. Falwell, pues bajo ningún concepto se puede pensar que una caricatura constituye una acusación objetiva.

Eso es –el animos jocandi (la broma) – lo que no logran comprender los poderosos, paranoicos hasta la ceguera. Se han vuelto incapaces de entender que pretender limitar la capacidad de crítica es aniquilar la autonomía y libertad de pensamiento. Prostituyen el nombre de Juan Montalvo, ignorando que era él quién en este país combatió las dictaduras por medio de la ironía y la sátira. Justamente vale la pena pensar en Montalvo y sus escritos porque, muy probablemente, si estuviera vivo el gobierno intolerante de Correa le hubiese dedicado vergonzosas cadenas televisivas y, ¿quién sabe?, lo perseguiría con ordenes de prisión por injurias y pedidos de millonarias indemnizaciones.

Lo más grave, paradójicamente, no es su miedo a la crítica. Hay algo que para ellos es más fuerte. Algo que desestabiliza la mediocridad de su inventado y medieval honor. Algo que sobrepasa su paciencia. ¡Y es el humor! Ese es el motivo de todas sus pesadillas. No soportan que nadie se burle de ellos, de sus equivocaciones, de sus plagios, de sus primos falsificadores de títulos y todos los exabruptos de su gobierno. Y lo que es peor y mucho, muchísimo más triste: no pueden reírse de ellos mismos.

Es el poder o la obsesión por el poder (ellos, que nunca gobernaron nada) lo que les ha vuelto enemigos del humor. Hace mucho que dejaron su humanidad para creerse semidioses. A tal punto les da terror la risa que persiguen a los caricaturistas porque hacen ver a los poderosos como lo que al final del día son: seres comunes y corrientes, que no podrán llevarse su adorado poder a la tumba, ni los guardaespaldas, ni los medios incautados. Temen que la gente los vea como mortales. Y muy en el fondo, su miedo es a la verdad, a que se descubra que su gobierno, sus patrañas, sus privilegios: no van a durar para siempre!

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