9 feb 2013

¿Por qué mi voto será para Norman Wray?




Miguel Molina Díaz

Recuerdo que los pitos de los autos y los cacerolazos nos anunciaban que esa noche no íbamos a dormir. Era el 19 de abril del 2005 y la ciudad, después de semanas de tensión, estaba desbordada. Al mando de mi abuelo concurrimos a la Cruz del Papa en el Parque La Carolina y nos unimos a esa turba enardecida, la de Los Forajidos, que se había propuesto ponerle un punto final a las desvergüenzas del nefasto Coronel Gutiérrez. Éramos miles. Estábamos emocionados y muchos como yo sentíamos por vez primera al país en la piel. Caminábamos a lo largo de la Avenida Amazonas. Entre las multitudes –lo supe después– iba Norman Wray.

Probablemente la primera vez que vi a Norman ocurrió meses después, cuando todavía bajo la efervescencia de ese abril inolvidable acudí a una reunión convocada por la Ruptura de los 25 en el auditorio de un hotel de la capital. Una vez depuesta la “dictocracia” de Gutiérrez y frente al fracaso del Presidente Palacio para iniciar reformas políticas profundas, nos preguntábamos: ¿cuál era el camino a seguir? Así fue como me acerqué a Ruptura. Intentando darle a esa pregunta una respuesta válida. Así supe que cuando las instituciones del Estado festejaban los 25 años del retorno a la democracia, un grupo de jóvenes rompía la línea del tiempo de nuestra historia. Pretendían recomenzar desde cero el minutero del reloj y reescribir nuestra política. Así supe también de su campaña: “¿quién jodió al país?”

Siete años después la realidad nacional es completamente distinta. En ese tiempo apareció en el país un nuevo líder cuyo carisma y poder demolería las viejas estructuras a las que estábamos acostumbrados. Una nueva constitución se escribiría en el pueblo en donde nació Alfaro. La Ruptura se subiría al transatlántico de la Revolución Ciudadana. Pero también en esos siete años la joven constitución fue violada salvajemente por sus progenitores. Se hipotecó el petróleo del país a la China. La Función Judicial cayó en las manos del gobierno y –prostituyendo el derecho– periodistas, disidentes y simples jóvenes como los 10 de Luluncoto encontraron sobre sus cabezas el peso de vergonzosas sentencias judiciales. Y Ruptura así como se subió al barco, se bajó. Era el 28 de enero del 2011, meses antes de la traicionera Consulta Popular.

De entre las virtudes que considero deben tener los políticos, la coherencia es la principal. Sobre la Ruptura y su salida del gobierno, Norman Wray solía evocar al político colombiano Jaime Bateman: “la gente nos puede perdonar que nos equivoquemos pero no que seamos incoherentes”. Pienso que en las acciones de Norman y Ruptura hubo coherencia. En el 2006 era una obligación moral de quién se consideraba progresista respaldar a Correa sobre el multimillonario bananero. Era coherente, a su vez, estar en el proceso constituyente, porque no bastaba con criticar a quienes habían jodido al país, había que reemplazarlos. Romo fue coherente como legisladora, sobre todo cuando en su lucha para fiscalizar al ex Fiscal Pesántez y en sus críticas al Proyecto de Ley de Comunicación, se enfrentó al gobierno.

Y la salida fue coherente. Ruptura, que comenzó a hacer política desde que  el gobierno de Gutiérrez instaló a la Pichi Corte, no podía guardar silencio cuando el correísmo asaltó el poder judicial. Desde entonces la falsa revolución ha cometido todo tipo de abusos e incoherencias! Para los profesores universitarios exigen títulos de PhD, pero se quemaron las manos por el primo del presidente falsificador de su título de economista y aceptaron como compañero de formula de Correa a quién plagió para su tesis párrafos enteros del Rincón del Vago. Para justificar el estado crítico de la libertad de expresión en el país el Canciller explica: “construimos carreteras”. Nos decimos progresistas y defensores de los Derechos Humanos pero el Ecuador ha respaldado a Gadafi, Ahmadineyad, al último dictador de Europa y, recientemente, al tirano de Siria.

Duele ver a muchos de los intelectuales y artistas del país vendiendo sus conciencias a un gobierno autoritario, firmando manifiestos y consignas mal llamadas revolucionarias en apoyo al correísmo, todo por una mínima tajada de poder. Piensan, inmersos en su bucólico sueño, que ganar elecciones les autoriza a todo y que esto no tendrá fin. Pero terminará algún día porque nada es para siempre, menos el poder. Y, además, perdieron el horizonte ideológico que una vez tuvieron. La solución revolucionaria para ponerle fin a la delincuencia fue presentar el proyecto de Código Penal Integral más socialcristiano de la historia. La derecha, desde hace tiempo, esta escondida en Carondelet y desde allí dirige el país. Aunque no lo queramos ver, está allí. Ciegos somos si no nos damos cuenta.

Muchos de quienes estuvimos en las calles de Quito la noche del 19 de abril votarán por Lasso o Gutiérrez o quién sea que este, hasta el último minuto, segundo en las encuestas. Creímos, hace 7 años, que el Ecuador se hallaba en un despertar histórico y latinoamericano. La realidad es distinta: los correítas votan por el odio visceral a los enemigos del caudillo y la oposición usará su voto para alimentar el odio y la provocación a Correa. Fue su culpa: Correa ha dividido al país.  Y logró su objetivo: es ahora el centro de todo.

Yo votaré por Norman Wray en rechazo a esa división que sufrimos y que nos desquicia. Mi voto no será por el odio a ningún bando ni en contra de alguien. Votaré por Wray porque creo profundamente en lo que piensa, predica y practica.  Porque creo que es posible hacer política desde el respeto y no desde la violencia y el espectáculo. Pero mi voto no se dará en razón de una persona. Votaré por Ruptura porque concuerdo con su programa de gobierno, sus propuestas, los principios que los unen. También porque creo en la necesidad de fortalecer a los partidos y movimientos políticos del Ecuador y pienso que esa es la única forma en que un sistema democrático puede ser posible. No alimentando los personalismos y caudillismos que tanto daño le han hecho al país sino votando por el partido en que uno cree. Y Ruptura defiende lo que yo pienso y creo. Y eso para mi es coherencia.

Sé que las elecciones que se avecinan son difíciles, tal vez de las más complejas de nuestra historia. Parecería que el triunfo es posible para un solo candidato. Uno que cuenta con ilimitados recursos públicos. Y Ruptura no cuenta ni con el erario público, ni con banca privada, ni con bananera, ni sobras de un gobierno corrupto anterior, ni diezmos evangelios. Ruptura nació y se convirtió en movimiento político por el simple compromiso de hacer política en el país entendiendo a la política como ese instrumento por el cual se puede reconocer a los desconocidos, impulsar a los desposeídos, unir a los divididos. Y eso para mi es la nueva izquierda. Una radical y profundamente democrática.

Voten por el odio los que quieran, yo votaré por Norman Wray. Quienes somos coherentes con nuestros principios no perdemos ni podemos perder. La democracia se construye con coherencia.

A pocos días de las elecciones, el sonido de una armónica me hace pensar que cuando las puertas de la percepción se abran, todo nos parecerá infinito.   

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