8 ene 2013

La Ausencia del Comandante




Miguel Molina Díaz

Probablemente el comandante Hugo Chávez Frías recibirá el año nuevo en el mayor estado de inconciencia en que se haya encontrado desde que asumió la Jefatura de Estado. De nada le ha servido todo el poder del que goza cuando su cuerpo no responde ni siquiera a los tratamientos de la medicina cubana.

Controlar todas las funciones del Estado, ser –en palabras del General de las Fuerzas Armadas– el marido del Ejercito, administrar la justicia desde sus enlaces “Aló presidente”, dirigir al órgano legislativo como si fuera uno de sus ministerios, todo, absolutamente todo, ha sido inútil para afrontar un cáncer que tiene a Venezuela bajo las riendas de Maduro.

Lo más destacable, paradójicamente,  es la irresponsabilidad de los revolucionarios bolivarianos de haber impulsado la candidatura presidencial de un hombre con alto riesgo de quedar físicamente impedido de gobernar –en el mejor de los casos, pues también existe el riesgo de su muerte. Ahora, a pesar de que las normas son explícitas en cuanto a los procedimientos, los revolucionarios no saben qué hacer para que el comandante asuma la presidencia el día previsto.

Todo esto, a las luces de la geopolítica latinoamericana, no hace sino preguntarnos: ¿quién será el sucesor de Chávez? Y no me refiero a Maduro, por supuesto que no. Sino a quién tome la posta para liderar el “Eje del Mal”, más conocido como ALBA, cuya línea en relaciones internacionales ha despertado, incluso, la confianza del dictador Sirio para solicitar a algunos de estos países asilo político en caso de ser derrocado.

Acaso podrán ser: ¿Morales? ¿el violador Ortega? ¿Cristina Fernández y su populismo feroz? ¿acaso será Raúl Castro para regresar a las raíces? ¿Zelaya, a pesar de todo? ¿o definitivamente el liderazgo regional quedará en las manos limpias, mente lúcida y corazón ardiente de Rafael Correa?

El 2013 nos dará las respuestas, pero lo cierto es que la presencia de Chávez en nuestro continente es a tal punto absolutista, que es difícil imaginarnos la política latinoamericana sin sus monstruosos excesos. 

No hay comentarios: