Miguel Molina Díaz
Hace
pocos meses supe de una novela que se adentra en los rincones más laberinticos
de la mente humana. Escogida entre las diez finalistas del Premio Planeta-Casa
de América 2008, La Casa del Desván, de Modesto Ponce Maldonado (Quito, 1938),
consiste en una profunda reflexión sobre la realidad que percibimos a nuestro
alrededor. Una realidad inevitablemente condicionada a las patologías mentales
que podríamos padecer. Una realidad que no nos permite saber hasta qué punto esta
es real afuera de nuestro cerebro.
En
su último ensayo “Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción”, el
escritor mexicano Jorge Volpi plantea algo que en cierto modo ya lo
sospechábamos: los hechos de la realidad y la ficción son recibidos por la
mente humana a través de un mismo proceso. En el interior de nuestro cerebro
aquello que acontece en los libros y en las películas es tan real como los
hechos de nuestra vida cotidiana y nuestro entorno. En algún punto la ficción y
la realidad se fusionan, son una misma cosa.
Pero,
¿qué sucedería si nuestra mente cae en los inmisericordes predios de la
esquizofrenia? Ese es precisamente el misterio que aborda Ponce Maldonado en su
novela. Y no es precisamente la disyuntiva entre realidad y ficción (sobre la
que nos hablaba Volpi), sino una disyuntiva más cruda y una sobre la cual no es
posible hacer una elección: la salud mental y el abismo de la imaginación sin
control.
Ponce
Maldonado se sumerge en la posibilidad de una mente desbordada, sobrepasada por
la realidad y los conflictos, vencida, enferma. Una mente que pierde la batalla
contra el poder de la imaginación y es capaz de crearse para sí otras
realidades posibles. No la realidad que percibimos con los sentidos del cuerpo
sino la que nace al interior del cerebro y sólo existe allí.
Con
un fascinante relato en primera persona el autor describe el mundo convulsivo
en el que vive su personaje (el cual ciertamente no sale de su habitación en el
hospital psiquiátrico). La novela abandona toda posibilidad de ser lineal:
comienza un 26 de junio y termina el 29 de abril de ese mismo año. Además de un
viaje de regreso en el tiempo, la narración es el descubrimiento de un misterio
pues el lector podrá comprobar que las más fascinantes historias nacen del más
sencillo de los pretextos. El reto es lograr activar el poder de la
imaginación.
Unos
dirán que la burocracia y sus tentáculos invencibles es criticada por Ponce
Maldonado. Podría ser. Lo cierto es que su novela se queja de esas estructuras
burocráticas capaces de absorber y tragarse la vida de las personas, los años
de juventud, los valores, la esperanza. Un sistema imposible de entender o
vencer (como El Proceso de Kafka), es –quizá– el culpable del deterioro mental
del protagonista de la historia. Pero más allá de eso, lo cierto es que ese
mundo esquizofrénico, al igual que la ficción que consumimos todos los días,
tiene tanto o mas veracidad y fuerza que aquello que tristemente llamamos
realidad.
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