Miguel Molina Díaz
No
todas las actividades que realizamos en la vida implican un nivel de valentía
tan alto como el periodismo, la investigación, las columnas de opinión y la
literatura. Supongo, sin embargo, que los bomberos y, sobre todo, los
balleneros (si pensamos en la novela Mobby Dick del gran Melville) son oficios
cuyo valor podría superar largamente a los que tienen que ver con la escritura.
En cualquier caso creo que en el Ecuador de hoy el peligro que implica la escritura,
y por ende la libertad de expresión, es muy alto.
Pensé
en titular este artículo “Lo bueno, lo malo y lo feo del 2012”, opción que
descarté considerando que –por ser joven, casi un hijo de vecino– carezco de la
autoridad jerárquica que requiero para aventurarme en ese juzgamiento. Y por el
contrario, elogiar el oficio de escribir me pareció un derecho admisible en el
catalogo de cualquier individuo amante de las letras.
De
todos modos, con el afán de analizar ese tan perseguido oficio de escribir, me
arriesgaré a la valoración del año que se acaba desde la perspectiva de ciertos
hechos emblemáticos .
Lo
bueno: el lunes 27 de febrero, en un discurso cargado de absurda prepotencia,
el presidente cangrejo Rafael Correa “perdonó” a los periodistas Juan Carlos
Calderón, Christian Zurita, Emilio Palacio y a los directivos del Diario el
Universo, por los agravios que ellos le prodigaran a su honor. El desprestigio
internacional y las medidas cautelares de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos motivaron –probablemente– el perdón del mandatario después de
que se condenara a los periodistas con vergonzosas sentencias emitidas por una
Función Judicial de dudable independencia.
Lo
malo: De entre todas las malas noticias, probablemente una de las más dolorosas
aparece en el libro del periodista Francisco Olivares, “Afiuni. La presa del
Comandante” en el cual se revela que la jueza venezolana María Lourdes Afiuni,
condenada por el presidente Hugo Chávez Frías en una de sus cadenas televisivas,
fue violada en prisión por sus carceleros, quedó embarazada y abortó, así como
fue victima de palizas y ataques con armas blancas. Todo eso como castigo por
dejar libre a un crítico del gobierno chavista que llevaba 3 años detenido sin
juicio. Ahora entiendo, perfectamente, porque la Venezuela de Chávez se salió
de la jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Lo
feo: de mis primeros días, cuando entré a la universidad, lo más impresionante
fue la sensación de estar en un proceso intenso de aprendizaje. Desde entonces
comenzó la admiración profunda que profeso a mis profesores, que de todo lo que
me han enseñado lo más importante, creo, es el respeto a las opiniones ajenas y
la certeza de que no existe una verdad absoluta (menos absolutista). Fue feo
–no encuentro un adjetivo más apropiado– leer hace algún tiempo la falta de
generosidad de un catedrático respecto de un alumno que, teniendo el valor de
escribir y publicar, pudo haber cometido errores por falta de rigurosidad.
Pienso que las correcciones de los profesores son necesarias e importantísimas,
de hecho nos son indispensables para aprender, pero el maltrato público desde
la jerarquía no es digno de un ambiente universitario plural y mucho menos de
quienes, en lugar de Torquemadas, deben ser maestros y guías.
Pienso
en el valor de quienes escriben precisamente al finalizar este año en el cual
se completan, para la bloguera Yoani Sánchez, 20 denegaciones de permisos de
salida del país (del gobierno cubano), así como más detenciones y atentados. Su
blog, Generación Y, ha llegado a tener 14 millones de accesos al mes. Esto me
dice que hay algo muy oscuro y ciertamente conmovedor en esto de escribir, algo
que no nos deja arrepentirnos: el
atrevimiento. ¡Feliz 2013!