28 dic 2012

Los traidores y los héroes de la Revolución Ciudadana



Miguel Molina Díaz

En su cuento “Tema del traidor y del héroe” Borges plantea la posibilidad de que la historia de las revoluciones –y del mundo, ¿no?– sea el producto de una perfecta falsificación de la realidad lograda por medio de los más sofisticados recursos del teatro. Básicamente su cuento gira alrededor de Fergus Kilpatrick, el héroe de la rebelión irlandesa que fue asesinado en 1824. Ante el rumor de una traición Kilpatrick encomienda a James Nolan la tarea de descubrirla; tarea que la asumió a cabalidad y anunció ante el conclave de los rebeldes que el gran traidor era el mismo Kilpatrick, acusación que sostuvo con pruebas irrefutables. Ante la evidencia de la verdad, Kilpatrick personalmente firmó su sentencia de muerte pero “imploró que su castigo no perjudicara a la patria”.

Para cumplir con la sentencia, pero a la vez, hacer de la ejecución del traidor un instrumento para la emancipación de la patria, Nolan plagió escenas de las obras Macbeth y de Julio Cesar al dramaturgo William Shakespeare, y la ejecución se cumplió de tal modo que Kilpatrick fue, a los ojos del pueblo, el más grande de los héroes víctima de un injusto y cobarde asesinato. Borges al respecto escribió: “Kilpatrick, arrebatado por ese minucioso destino que lo redimía y que lo perdía, más de una vez enriqueció con actos y palabras improvisadas el texto de su juez. Así fue desplegándose en el tiempo el populoso drama, hasta que el 6 de agosto de 1824, en un palco de funerarias cortinas que prefiguraba el de Lincoln, un balazo anhelado entró en el pecho del traidor y del héroe, que apenas pudo articular, entre dos efusiones de brusca sangre, algunas palabras previstas”.

He recordado los pasajes del cuento de Borges precisamente con motivo de la renuncia y salida del país de quién fuera el Presidente del Directorio del Banco Central del Ecuador, titular del fideicomiso “No más impunidad” y, sobre todo, primo del presidente Rafael Correa. Como al más digno de los prohombres revolucionarios las cabezas de las funciones del Estado homenajearon hace algunos meses a Pedro Delgado con efusivos discursos, lagrimas en los ojos, abrazos y brindis con copas de champagne. Todos, incluso Domingo Paredes que es quién desde la presidencia del Consejo Nacional Electoral va a contar los votos en las próximas elecciones, acudió en sus mejores galas para homenajear a Delgado, quién injustamente estaba siendo victima de un linchamiento mediático sin ninguna razón válida a los ojos de la Revolución.

Pedro Delgado siempre fue víctima: jamás fue un inconveniente que usara las haciendas incautadas para fiestas privadas sino que el novillo retardatario y corrupto que, no aprovechando la oportunidad de compartir unos segundos con ese prohombre, decidió cornearlo. Su influencia para conceder el préstamo de 800 mil dólares a Gastón Duzac bajo ningún concepto fue irresponsable, todo lo contrario, demostró la disposición revolucionaria para hacer negocios que beneficien a la patria. Y por último, el tema de su titulo universitario fue la peor de las patrañas de la oposición y la prensa mediocre y corrupta, pues, como nos recordó el Presidente de la República: ¿quién dice que para ser presidente del Banco Central hay que ser economista?

La legisladora Pavón que llegó a las huestes del oficialismo después de perder las elecciones encabezando una de las listas de la partidocracia fue la encomendada a dar la posición de Alianza País sobre la renuncia de Delgado y, obviamente, después de reconocer –por primera y única vez– el trabajo de la prensa dio su apoyo al presidente Correa porque se ha “dañado” la confianza del mandatario. Y fue, precisamente el mandatario, quién aseguró que Pedro –ese mismo Pedro ProHombre a quién homenajearon– ha golpeado a la Revolución. Hasta que punto, me pregunto, toda la suciedad a la que el país ha sido expuesto por la ciega defensa al Bachiller Delgado no podría encasillarse en el cuento de Borges. ¿Quién es entonces Pedro: el traidor o el héroe? Pronto el gobierno, pulcro y noble como siempre ha sido, atacará con palabras lapidarias a al traidor Delgado, y así, el ¿héroe? de Carondelet conservará su inocencia eterna y decretada. ¿Y acaso eso también estaba ya previsto?



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