21 feb 2014

La soledad de Quito



Miguel Molina Díaz

Hoy cumplo cinco meses en el extranjero y presiento a Quito como un silencio muy pesado que atraviesa recuerdos de luz. Creo, sin embargo, que pese a su belleza y a ciertos hechos puntuales que la han enaltecido, hoy vive uno de los momentos más amargos de su devenir histórico. Quito sufre una ausencia de liderazgo que se parece mucho a la orfandad y, sobre todo, a la soledad. No le demos más vueltas al asunto. Quito carece de líderes. Carece de una voz que represente y defienda las aspiraciones de la ciudad.

Dos son los pozos que han caracterizado al actual alcalde Barrera: un silencio hasta el extremo complaciente con el partido de gobierno y la conversión del municipio capitalino en una dependencia de la Presidencia.

La ciudad de las revueltas y la irreverencia ahora es una que toleró la prisión de los 10 de Luluncoto y de los 12 del Central Técnico. Esto debe repetirse permanentemente porque es terrible y, sin embargo, se lo toleró. ¿Todo esto es fortuito? No. Es parte del desmantelamiento de la identidad de la ciudad para mantenerla domada y callada. De tal modo que no sea obstáculo a los supremos intereses de la revolución.

No es coincidencia que la exposición de años viejos del 31 de diciembre haya sido exiliada de la Avenida Amazonas. Es parte, en mi opinión, de las estrategias de silenciamiento. Hay un cambio en la visión municipal sobre Quito respecto de su identidad. De hecho, pienso que se busca desmantelarla. Algunos de los puentes vacacionales de los últimos 4 años han sido esclarecedores en ese sentido: Quito de fiesta y la ciudad vacía.

Quito está sola y callada. Es el precio que se paga para que el alcalde sea bien recibido en Carondelet.

Históricamente, los alcaldes de la capital han ocupado un sitio de importancia en la política nacional. La voz de Barrera carece de fuerza incluso al interior de Quito. No importa. No impacta. No existe. Cumple los designios del líder de Alianza País y evita hacer ruido para no incomodar al jefe. Guarda silencio. Así se aseguró su candidatura a la reelección. En Quito, hoy por hoy, manda Correa.

Es por eso tan alta la responsabilidad que tiene la oposición y tan grande su incapacidad para asumirla. Rodas es una voz que nace y se orienta en base a los cálculos y las estrategias. Dice que la suya es una candidatura de ‘proposición’. Eso, creo, se podría traducir en una tibia ambivalencia. ¿Dónde está su trayectoria de lucha por Quito? No existe. Su discurso, en ese sentido, ha sido débil. Y así es como todos, de alguna forma, dejan sola a Quito. Han puesto por sobre el interés de la ciudad su ambición política y su resignación.


Por el amor que le tengo a Quito su soledad es también mi soledad. Es una soledad que perturba. Así sea desde lejos. El Quito irreverente y defensor de los valores democráticos ha caído, de la mano de Barrera, en el cómodo letargo de la impavidez y la desgana.

* Publicado originalmente en La República.

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