Miguel Molina Díaz
Recuerdo
haber leído en el brillante ensayo de Jorge Volpi, “El Insomnio de Bolívar”,
una referencia al fin del realismo mágico en América Latina. Me pregunto si
cabe replantearse esa posibilidad después de los meses en que mantuvieron a Chávez
como vegetal, su velación de pontífice y las declaraciones de Maduro
Y
no, definitivamente el realismo mágico no ha llegado a su fin. Es evidente que
ha dejado de interesar en la literatura porque tal vez los genios de antes,
García Márquez a la cabeza, ya lo desarrollaron y agotaron con maestría. Pero
el realismo mágico existe y es una realidad imperante en la política
latinoamericana.
Para
Maduro, la influencia de su mentor en el más allá fue determinante a la hora de
elegir un Papa latinoamericano. Incluso piensa en la posibilidad de que Chávez convoque
una constituyente en el cielo.
Esas
no fueron, sin embargo, las más desfachatadas de sus declaraciones. Y es que
Chávez volvió. Ha reencarnado. Volvió en forma de pajarito de colores y,
gracias al dominio de Maduro del idioma de los pájaros, pudo comunicarse con su
sucesor y darle ánimos sobre la victoria que se viene.
Debo
confesar que yo también vi a Chávez. Era justamente un día de la semana pasada
en que me dediqué a desvalorizar a Maduro. Escuché un sonido en mi ventana y
cuando me acerqué un pajarito cantaba y golpeaba el vidrio con su piquito. Creo
que me reclamó por incrédulo.
Cuando
se lo comenté a un amigo me dijo: “No te preocupes, si fuera Chávez hubiese
sido Gallinazo y no un pajarito de colores”. Pero yo pienso que era él. Fue la
primera vez que lo vi en persona.
Eso
es lo que esta en juego en las elecciones de Venezuela: deben escoger entre
seguir escribiendo una novela de realismo mágico, al estilo de “El otoño del
Patriarca” o “La fiesta del Chivo”, o, por el contrario, avanzar hacia la
reconstrucción de su democracia, dejar a un lado el odio y la división de la
sociedad, volver a ser país.
Lo
primero que hice después de ver a Chávez en mi ventana, fue espantarlo con el
periódico. No era bienvenido en mi casa.
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