14 mar 2012

EL LADO OSCURO DE LA “NARCOVALIJA”

Por Miguel Molina Díaz

La narcoliteratura colombiana fue el punto de fuga de una sociedad que se ahogaba en el hermetismo siniestro de la violencia y el caos. Durante la década de los noventa se evidenció, en países como México y Colombia, que un lento e inevitable proceso de putrefacción había impuesto al poder del narcotráfico sobre las bases mismas del Estado y de los sistemas económicos. La corrupción invadió todos los contextos políticos posibles y un nuevo dinamismo, esencialmente basado en la violencia, aniquiló lo que durante el siglo XX llamábamos “contexto latinoamericano”.

En el nostálgico pasado se quedó el realismo-mágico y la posibilidad de pensar en que Remedios la Bella podía salir de Cien Años de Soledad levitando hacia el cielo. Ahora la realidad es distinta. Se parece más a la Virgen de los Sicarios de Fernando Vallejo y, por supuesto, a 2666 de Roberto Bolaño (tal vez la novela más trascendental en lo que va de este siglo). Perplejos nos vamos quedando los que desde el Ecuador veíamos y escuchábamos con una pasividad escéptica las noticias sobre las drogas de nuestros vecinos.

Era inevitable: el día nefasto tenía que llegar también a nuestro país. El Ecuador se acaba de inaugurar como escenario de la narcoliteratura. Se abre el telón en donde se realizara la premier y el Canciller de la Revolución Ciudadana (con amplia experiencia cinematográfica a raíz de los Pativideos) está a cargo del discurso principal del estreno. Anuncia, sin un miligramo de vergüenza, que 40kg de cocaína fueron descubiertos en una valija del Ministerio de Relaciones Exteriores al llegar a Milán. Inventa pretextos. Afirma que la droga debió haber sido introducida en las escalas de tránsito. Al poco tiempo se comprueba que la valija pesaba exactamente lo mismo (79,1 kilos) tanto al salir de Quito como al llegar a Milán. La crítica se vuelve implacable: el Canciller se siente linchado mediáticamente (otra vez).

Una banda delincuencial –afirma el Ministerio de Relaciones Exteriores- debe estar detrás de la ejecución de este plan criminal para llevar droga de contrabando a Italia por vías diplomáticas. Son ellos –repite el Ministerio refiriéndose a la presunta organización criminal- quienes han violado la Convención de Viena. (¿Y también fue la banda criminal la que redactó el Reglamento de la Cancillería con el cual pisotearon las reglas sobre las valijas diplomáticas contenidas en esa misma Convención ya mencionada?) Entonces sorprende, por decir lo menos, que sea justamente a través de la ingenua diplomacia de la Revolución Ciudadana que se introduzca al Ecuador en el comercio internacional de las drogas (algo que ni siquiera le podríamos imputar al nefasto Ex Canciller Zuquilanda).

Lo cierto es que estamos asistiendo a una nueva realidad Latinoamericana. Una en donde las drogas son el nuevo anillo del poder por excelencia. Una realidad en donde los aparatos estatales de nuestros países se ponen al servicio de los traficantes de narcóticos y estupefacientes. Asistimos, pues, a la rendición de los poderes políticos frente al creciente e indetenible poder del dinero ilícito (¿la narco-política?). La corrupción –aburrida y burocrática- a la que estábamos acostumbrados es sustituida por una más salvaje y peligrosa que como una plaga llega a todos los espacios. Todo se comienza a pudrir. Las seudo-democracias populistas del continente se muestran incapaces de controlar el caos del tráfico de cocaína. El Canciller y sus pretextos no son más que la prueba del fracaso institucional del gobierno revolucionario. La imagen del Ecuador está por los suelos: nuestros diplomáticos ya no solo respaldan dictadores sanguinarios en el Medio Oriente sino también son instrumentos del tráfico ilegal de drogas. Los gobiernistas, como es su costumbre, lo justifican todo con verdades absolutas y culpan a otros; ignoran la magnitud de lo que detrás de la narcovalija se está perpetuando. La Revolución Ciudadana esconde el polvo debajo del mantel sin percatarse de que el día en que abramos los ojos: todo estará podrido.

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