21 mar 2012

LA PRIMAVERA DE LOS POETAS


Miguel Molina Díaz


Seguramente el hombre más revolucionario de finales del siglo XIX se llamo Arthur Rimbaud. Se trata de uno de los poetas fundamentales que junto a Mallarmé, Verlaine y Baudelaire resquebrajaron las conciencias de la sociedad Francesa en desmedro de un statu quo devastador y podrido por sus vicios y prejuicios. Recuerdo a los poetas malditos, sus versos, la contundencia de sus voces abriéndose paso entre los siglos y decido dedicar esta columna exclusivamente a los Poetas del mundo. ¡Basta de hablar sobre la cada vez más fétida política nacional!


En 1999 la Conferencia General de la UNESCO declaró al 21 de Marzo de cada año como Día Mundial de la Poesía. No quisiera que Marzo en Ecuador pase por nuestras narices solo dejando el desagradable olor de la hipocresía y prepotencia del gobierno, las contramarchas de defensa al régimen que sataniza la protesta social y el controversial monumento al símbolo del autoritarismo ecuatoriano. No quisiera que Marzo en Ecuador se termine sin recordar a los Poetas y el día dundial en que se les rinde tributo.


Quisiera hablar sobre Juan Gelman. Probablemente el poeta vivo más grande de América Latina junto a Nicanor Parra. Nació en Buenos Aires en Mayo de 1930. Su actividad poética la inició en 1955 junto a su agrupación El pan duro. En 1963 fue encarcelado por su militancia en el comunismo y sus versos comprometidos con las luchas populares. Tres años más tarde comenzó a trabajar como periodista, oficio al cual le dedicó gran parte de su vida. Desde su condición de poeta e intelectual combatió las dictaduras fascistas que gobernaron la Argentina por cuanto tuvo que vivir en el exilio. En agosto de 1976 fueron secuestrados y desaparecidos por la dictadura terrorista sus hijos Nora Eva y Marcelo Ariel, junto a su nuera María Claudia que tenía siete meses de embarazo. En 1998 Gelman descubrió que su hija fue trasladada a Uruguay durante el Plan Cóndor en donde fue mantenida con vida hasta dar a luz a una niña. Gelman inició la batalla más grande de su vida, se enfrento a los gobiernos de Argentina y Uruguay así como al poder fascista que encubría los crímenes de las dictaduras, hasta que en el año 2000 su nieta fue encontrada y tras verificar su real identidad adoptó los apellidos de sus verdaderos progenitores: María Macarena Gelman García.


Jorgenrique Adoum, tal vez el poeta más completo de nuestro Ecuador, recuerda en sus memorias una noche troglodita y desoladora. Una llamada recibió de Juan Gelman, su amigo intimo en Paris, en la que Gelman, ebrio, se dedicó a reprocharle por la perversidad y el horror que es capaz de causar el humano. Adoum, cansado de la inmerecida interpelación procedió a cerrarle el teléfono. Al día siguiente Adoum descubrió que Cortázar y Eduardo Galeano recibieron la misma llamada violenta la noche anterior. Fue la noche en que el Equipo Argentino de Antropología Forense encontró los restos de su hijo Marcelo Ariel.


Juan Gelman es uno de los grandes poetas que han nacido en nuestra América. En su caso se podría decir que murió varias veces a lo largo de su vida, enfrentándose al poder ciego, prepotente, inhumano. La poesía para Gelman es más que su arte: ha venido siendo su fuerza, la esperanza para resistir un día más, la candela que lo ha reconfortado. Su poesía es para nosotros el ejemplo del valor de Gelman para torear las adversidades, que en su caso particular, han sido insufribles. Su estética soportó el dolor y la devastación que causan los gobiernos autoritarios, ebrios por su misión mesiánica y sus revoluciones llenas de poder y de aparatos estatales. Vale la pena recordar a Juan Gelman en este momento en que nuestro continente se debate entre la necesidad de respetar los derechos humanos y los principios democráticos contra los proyectos populistas y contradictorios, que asombran con su demagogia y sus falsedades, y son incapaces de tolerar la crítica. La poesía, sin lugar a dudas, es ante todo un discurso público; en su interior esconde un alma oscura y silenciosa que esta más allá de las sombras y la luz. Cardoza y Aragón la define como la “única prueba concreta de la existencia del hombre”. Que lejos están los gobiernos populistas de la verdadera Revolución y que cerca esta Rimbaud y Juan Gelman.

Diario Virtual La República

19 mar 2012

ENTRE LA HISTORIA Y LA DIATRIBA

Miguel Molina Díaz

Mucho se ha escrito sobre la falsificación de la historia y sus consecuencias. Borges, preocupado por el asunto, ya se quejaba en su cuento Tema del Traidor y del Héroe: “Que la historia hubiera copiado a la historia ya era suficientemente pasmoso; que la historia copie a la literatura es inconcebible...” Nada, sin embargo, es más oportuno que el caso de Martín Guerre para dilucidar alguna certeza en lo fenomenal de esta discusión.

En 1539 Martín Guerre, de 15 años, contrajo matrimonio con Bertrande de Rols, en la población francesa de Artigat. Después de 9 años de convivencia matrimonial y de engendrar un hijo, Guerre desapareció sin dejar rastro. En 1556, 8 años más tarde, se produjo el presunto retorno de Martín Guerre y fue recibido por sus familiares y amigos. Ninguna duda surgió, en un principio, sobre la identidad de Guerre pues conocía a profundidad todos los detalles de su vida en Artigat y su similitud física, con quién había sido antes de partir del pueblo, era irrefutable. Al cabo de dos años Guerre concibió dos hijas con Bertrande y exigió a su tío la devolución de la herencia que le había legado su padre, fallecido durante su ausencia. Probablemente con el propósito de no perder el dominio patrimonial el tío, Pierre Guerre, basándose en ciertas especulaciones acusó a quién decía ser su sobrino de ser un impostor.

El proceso judicial se llevó a cabo en Rieux y tuvo como resultado la absolución de Martín Guerre quién, junto a su esposa Bertrande, se defendió ante el Tribunal magistralmente. Tres años más tarde, ante la insistencia de Pierre, el caso se abría nuevamente en Toulouse y el escritor Michel Montaige asumió la defensa del presunto impostor. La aparición del verdadero Martín Guerre ante el Tribunal, con una pierna de palo al haber perdido la suya en la batalla de San Quintín, conllevó a establecer que el impostor respondía al nombre de Pansette y que había conocido al verdadero Guerre durante los combates de la campaña de Flandes, en donde, como resultado de largas conversaciones, se había enterado de su vida.

Guerre arremetió contra su esposa acusándola de haber sido cómplice y encubridora, porque a su razón lo único infalsificable es la relación carnal. Después de haber sido declarado impostor Pansette fue colgado frente a la casa del verdadero Martín Guerre y los ojos llorosos de Bertrande. Pienso en Bertrande cuando leo las afirmaciones de un prestigioso historiador documentalista que escribió en una columna llamada La Historia Secuestrada: “Lo malo es que su propio saber está mediatizado por la memoria social moldeada por quienes han querido ocultarle al Ecuador ciertas verdades desde hace un siglo”. Por supuesto, esas “ciertas verdades” a las que hace mención no deben tener referencia a la relación carnal, por tanto, responden a su propia y subjetiva visión -¿falsificación?- de los hechos. Ese es, básicamente, el problema de los historiadores clásicos: el documento es su Dios. Jamás comprenderán que para Bertrande de Rols hubo un solo Martín Guerre y un solo esposo en su vida: aquel que fue colgado frente a su casa y con quién tuvo dos hijas.

Aula Magna - Publicación Mensual USFQ

14 mar 2012

EL LADO OSCURO DE LA “NARCOVALIJA”

Por Miguel Molina Díaz

La narcoliteratura colombiana fue el punto de fuga de una sociedad que se ahogaba en el hermetismo siniestro de la violencia y el caos. Durante la década de los noventa se evidenció, en países como México y Colombia, que un lento e inevitable proceso de putrefacción había impuesto al poder del narcotráfico sobre las bases mismas del Estado y de los sistemas económicos. La corrupción invadió todos los contextos políticos posibles y un nuevo dinamismo, esencialmente basado en la violencia, aniquiló lo que durante el siglo XX llamábamos “contexto latinoamericano”.

En el nostálgico pasado se quedó el realismo-mágico y la posibilidad de pensar en que Remedios la Bella podía salir de Cien Años de Soledad levitando hacia el cielo. Ahora la realidad es distinta. Se parece más a la Virgen de los Sicarios de Fernando Vallejo y, por supuesto, a 2666 de Roberto Bolaño (tal vez la novela más trascendental en lo que va de este siglo). Perplejos nos vamos quedando los que desde el Ecuador veíamos y escuchábamos con una pasividad escéptica las noticias sobre las drogas de nuestros vecinos.

Era inevitable: el día nefasto tenía que llegar también a nuestro país. El Ecuador se acaba de inaugurar como escenario de la narcoliteratura. Se abre el telón en donde se realizara la premier y el Canciller de la Revolución Ciudadana (con amplia experiencia cinematográfica a raíz de los Pativideos) está a cargo del discurso principal del estreno. Anuncia, sin un miligramo de vergüenza, que 40kg de cocaína fueron descubiertos en una valija del Ministerio de Relaciones Exteriores al llegar a Milán. Inventa pretextos. Afirma que la droga debió haber sido introducida en las escalas de tránsito. Al poco tiempo se comprueba que la valija pesaba exactamente lo mismo (79,1 kilos) tanto al salir de Quito como al llegar a Milán. La crítica se vuelve implacable: el Canciller se siente linchado mediáticamente (otra vez).

Una banda delincuencial –afirma el Ministerio de Relaciones Exteriores- debe estar detrás de la ejecución de este plan criminal para llevar droga de contrabando a Italia por vías diplomáticas. Son ellos –repite el Ministerio refiriéndose a la presunta organización criminal- quienes han violado la Convención de Viena. (¿Y también fue la banda criminal la que redactó el Reglamento de la Cancillería con el cual pisotearon las reglas sobre las valijas diplomáticas contenidas en esa misma Convención ya mencionada?) Entonces sorprende, por decir lo menos, que sea justamente a través de la ingenua diplomacia de la Revolución Ciudadana que se introduzca al Ecuador en el comercio internacional de las drogas (algo que ni siquiera le podríamos imputar al nefasto Ex Canciller Zuquilanda).

Lo cierto es que estamos asistiendo a una nueva realidad Latinoamericana. Una en donde las drogas son el nuevo anillo del poder por excelencia. Una realidad en donde los aparatos estatales de nuestros países se ponen al servicio de los traficantes de narcóticos y estupefacientes. Asistimos, pues, a la rendición de los poderes políticos frente al creciente e indetenible poder del dinero ilícito (¿la narco-política?). La corrupción –aburrida y burocrática- a la que estábamos acostumbrados es sustituida por una más salvaje y peligrosa que como una plaga llega a todos los espacios. Todo se comienza a pudrir. Las seudo-democracias populistas del continente se muestran incapaces de controlar el caos del tráfico de cocaína. El Canciller y sus pretextos no son más que la prueba del fracaso institucional del gobierno revolucionario. La imagen del Ecuador está por los suelos: nuestros diplomáticos ya no solo respaldan dictadores sanguinarios en el Medio Oriente sino también son instrumentos del tráfico ilegal de drogas. Los gobiernistas, como es su costumbre, lo justifican todo con verdades absolutas y culpan a otros; ignoran la magnitud de lo que detrás de la narcovalija se está perpetuando. La Revolución Ciudadana esconde el polvo debajo del mantel sin percatarse de que el día en que abramos los ojos: todo estará podrido.

8 mar 2012

EL 8 DE MARZO Y LA MARCHA DE LAS PUTAS

Por Miguel Molina Díaz

Un sol delator abre el cielo de la ciudad y un día cálido comienza a entreverse. Podría ser cualquier ciudad Latinoamericana pero es Quito. Pronto, las avenidas se llenan de automóviles como los buses del transporte público se llenan de pasajeros. Los rostros amontonados de la gente se pueden ver apretados contra las ventanas de los buses y alimentadores. A lo largo y ancho de la ciudad, mujeres son victimas de manoseos y groserías en el inevitable transporte público. Es 8 de Marzo. Día Internacional de la Mujer. Nada cambia.

Pasadas las 8 de la mañana los simpatizantes del gobierno revolucionario comienzan a llegar a la Plaza de la Independencia. Esperarán largas horas el aparecimiento del líder, oirán sus cantos, insultos y consignas. Desde Morona Santiago, el corazón de la Amazonía ecuatoriana, los dirigentes indígenas se preparan con ritos ancestrales para zarpar a la Capital de la República en su cruzada de oposición. Llegarán el día 22 de marzo.

Los ex aliados del gobierno se ponen sus trajes de campaña y se encaminan al parque El Ejido. Deciden encontrarse en el monumento a la Hoguera Bárbara desde donde partirá su marcha hacía la Asamblea Nacional. Cuando llegan un cerco policial sin precedentes les impide acercarse a la sede del legislativo. Lamentan que no pudieron llegar los refuerzos de provincias porque el gobierno revolucionario –en una jugada maestra- les dejó sin buses.

La concentración gobiernista esta planificada con todos los detalles. Sanduches y refrescos. Baños municipales. Las ministras del gabinete revolucionario llegan para encabezar la marcha. En Carondelet espera el presidente y los demás secretarios de Estado (el Canciller se encuentra dando una rueda de prensa con el Fiscal General –llamado a investigarlo- sobre el caso de la “Narcovalija”).

Pasadas las 3 de la tarde el Presidente sale del Palacio y sube a la tarima. Su discurso comienza declarando que las concentraciones de aquellos que lo quieren desestabilizar han sido un “total fracaso”. Los califica: “odiadores, conspiradores, retardatarios, sufridores…” Anuncia que esperará a los que llegarán el 22 de marzo y defenderá la Revolución. Decide referirse a las mujeres en su día. Nada menciona sobre las piernas de las asambleístas de su partido, esas que en diciembre le causaron tal impresión viéndose obligado a solicitar que se les suba el sueldo en virtud a sus “minifaldas impresionantes”. Las masas alzan las banderas verdes y gritan: ¡Relección!

Cuando llega la tarde se ve a mujeres salir de sus trabajos con rosas en las manos. Probablemente llegarán a cocinar a sus casas mientras sus novios, esposos, padres, hermanos e hijos están atentos al noticiero para oír lo que opositores y gobiernistas declararon hoy en las marchas y contramarchas. Algunas se enteran sobre la “Marcha de las Putas” del sábado. Piensan -¿en secreto?- que esa noticia es lo único bueno que les aconteció el 8 de marzo. Lo único bueno que aconteció en la ciudad. Seguramente muchas no irán por vergüenza o por imposición de sus familias. Pero de todos modos es bueno que haya una marcha de Putas–con mayúscula-, piensan. A una de ellas se le ocurre que el presidente de la república debería ir a esa marcha para aprender un poco sobre feminismo y respeto a la mujer. Sobre todo él, machista para contar chistes, machista para gobernar, machista para relacionarse con la gente.

Se acerca la noche del 8 de Marzo –Día Internacional de la Mujer- y las calles de la ciudad siguen sucias con los carteles de la oposición y del gobierno, y las fundas de sanduches que la revolución compartió con sus adeptos. No hay la sensación de que se haya recordado a las mujeres y sus luchas, menos sus conquistas. Queda solo el olor a la parafernalia oficial; los insultos y amenazas que desde el poder se lanzaron. Las Mujeres de la ciudad, por todos lados, suspiran. Otro día se acaba sin reivindicarlas, sin respetarlas, sin dejar de atropellarlas. Botan a los basureros las flores de la prepotencia para que mueran sin pena ni gloria. Solo les resta esperar a que llegue la Marcha de las Putas.


4 mar 2012

EL PERDÓN DEL MAGNÁNIMO

Por Miguel Molina Díaz

Todos acudieron al Palacio para escuchar lo que el Presidente de la República tenía que decir. Los ministros y secretarios de Estado, los medios oficiales, los medios no oficiales, las cadenas internacionales. En primera fila se encontraba el titular del legislativo y, junto a él, el flamante presidente de la Corte Nacional de Justicia, máximos representantes del Estado y la (anti)independencia de los poderes. En los hogares y trabajos los televisores, las radios y las páginas web que retransmitían la cadena estaban como nunca antes encendidas a la espera de lo que el Jefe de Estado anunciaría. A las 9 de la mañana del lunes 27 de febrero el país se encontraba paralizado a la espera de las palabras que cambiarían la historia. Incluso traducción simultanea al inglés y al francés contrataron para retransmitir su mensaje al mundo. De hecho y sin exagerar, los ojos del mundo estaban sobre el Palacio de Carondelet a la espera de la lectura presidencial.

Después de una introducción casi-frenética y cargada de ataques a los medios de comunicación y a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el Presidente de la República, confesó que su corazón –desde mucho antes de que el Sistema Interamericano solicitara la aplicación de medidas cautelares al Ecuador por el caso El Universo- había decidido perdonar a Emilio Palacio y a los directivos del periódico. El destello de nobles sentimientos presidenciales fue en exceso generoso: incluso decidió desistir del juicio por daño moral interpuesto a Juan Pablo Calderón y Christian Zurita.

Sin embargo, detrás de la actitud magnánima del Primer Mandatario, sospecho que se esconden razones que poco o nada tienen que ver con el perdón. Por ejemplo, el temor a una condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Por ejemplo, la deplorable imagen que a nivel internacional generó el gobierno de la Revolución Ciudadana. Cortas se quedaron las palabras de la carta de Jimmy Carter y del artículo de Vargas Llosa en su intento por descifrar lo que vive el Ecuador: la crisis de una revolución que poco a poco se cava su propia tumba.

El perdón del Presidente nos hace concluir que asistimos a la evidencia de un cúmulo preocupante de fracasos. El fracaso rotundo e indefectible del periodismo oficial que, obnubilado por sus verdades absolutas y partidistas, han mermado la posibilidad de medios de comunicación públicos, independientes y democráticos. El fracaso vergonzoso y lamentable de la diplomacia ecuatoriana que, encabezada por un Canciller a la medida de un gobierno sin principios, defendió en todos los espacios posibles las acciones legales del Primer Mandatario en desmedro de la libertad de expresión alegando la construcción de carreteras de ensueño (a lo que debemos sumar el apoyo a las dictaduras de Libia y Siria). El fracaso inaceptable (y predicho durante la Consulta Popular) del proceso de restructuración de la Justicia que –hay que decirlo hasta el cansancio- prostituyó el derecho penal, el principio de legalidad y, sobre todo, la independencia judicial. Asistimos, además, al fracaso de la palabra del Presidente de la República que, obsesionado con el monopolio de la verdad, cayó en el más triste show de tener que perdonar a sus enemigos, desde su corazón, después de haber expresado de las maneras más enérgicas y violentas, con los pretextos más funestos, que iría hasta el final en su lucha por reparar su honor desvencijado.

Es el epilogo –ojala- de dos de los procesos judiciales más arbitrarios y nefastos que jamás nos hubiéramos podido imaginar cuando los revolucionarios hacían su campaña prometiendo que la patria iba a volver. Algo de razón tiene el líder a pesar de todo: perdón pero no olvido. Perdón a todos los jueces que actuaron en base al miedo y los chantajes del poder y aceptaron que el honor de un revolucionario valga 40 veces más que la vida de Santiago y Andrés Restrepo. Perdón a los simpatizantes gobiernistas que, enceguecidos por la demagogia y el populismo, acudían a las audiencias en las cortes para ofender y agredir a los acusados. Perdón al Presidente por los insultos que continuamente dividen al país en bandos antagónicos, incluso contra quienes fueron en algún momento sus compañeros y aliados. Perdón para los abogados que intentaron imponer los precedentes judiciales más absurdos para lograr sus fines, haciendo pedazos la ética de la abogacía. Perdón para todos ellos pero nunca olvido. La noche es fría, no se percibe un olor a perdón, solo se ve pasar la sombra de un honor vacío y devastado que corre, grita y sufre por las calles solitarias.

Diario La República

http://www.larepublica.ec/blog/opinion/2012/03/03/el-perdon-del-magnanimo/