Barcelona, 8 de Septiembre del 2013
Señor Economista
Rafael Correa
Presidente de la República del Ecuador
Palacio Nacional
Quito
Señor Presidente:
La mañana del sábado 7 de Septiembre, en su Enlace Ciudadano
No. 338, durante su segmento ‘Libertad de Expresión’ usted se refirió en
durísimos términos a mi artículo ‘Arde Quito’, publicado en Diario Hoy el
domingo 1 de septiembre, y presentó un video, que asumo fue preparado por su
Secretaria de Comunicación, en el que se muestran fotografías mías arrebatadas
sin mi consentimiento de mi cuenta personal de Facebook y en el que se me
califica como parte de los “politiqueros disfrazados de defensores de la
naturaleza”.
No abrazo la esperanza de que su gobierno me conceda mi
constitucional derecho a la réplica, desde hace mucho estoy convencido de que
los derechos consagrados en la norma constitucional carecen de eficacia cuando
se contraponen a los intereses de la Función Ejecutiva, como por ejemplo, el
Art. 57 de ese cuerpo normativo que prohíbe actividades extractivas en los
territorios de los pueblos en aislamiento voluntario. Es por eso que he
decidido responderle por medio de esta carta abierta, como el estudiante
universitario que soy y cuyas opiniones motivaron la molestia del Presidente de
la República.
Comienzo, pues, corrigiendo su aseveración del día sábado:
no me encuentro en Madrid. Me encuentro, Señor Presidente, en la ciudad de
Barcelona. La Barcelona de la resistencia, la de la lucha de los intelectuales
en contra del franquismo y la que descubrió a los mejores escritores de nuestro
continente. Y es, para mi, motivo de orgullo escribirle esta misiva desde una
ciudad que constantemente me recuerda mi compromiso profundo e íntimo con las
libertades de expresión, pensamiento, prensa y opinión.
Señor Presidente: mi primer artículo de opinión lo escribí a
la edad de 13 años. Debió haber sido finales de noviembre del año 2005, después
de las deslumbrantes jornadas de Abril, conocidas como la Rebelión de los
Forajidos. Era, para eso entonces, desoladora la posibilidad de que ese cambio
anhelado y exigido en las calles no se cristalizara. Con ese primer artículo
comenzó mi pasión por las letras y mi convicción de que una sociedad es libre
cuando existe flujo infinito de opiniones, pensamientos e ideas.
Y mis inquietudes políticas me llevaron, posteriormente, a
apoyar por medio de mis artículos la convocatoria a la Asamblea Constituyente,
el voto facultativo de los adolescentes mayores de 16 años y, por supuesto, la
Constitución de Montecristi que propuso revolucionariamente al Sumak Kawsay como
principio transversal y garantía de los derechos fundamentales. Textos que obviamente
no aparecieron en la sabatina pasada pero de los cuales no reniego. El país
necesitaba cambios. Y así, como apoyé públicamente sus propuestas iniciales tomé
la decisión de apartarme de ese proyecto político al notar, con enorme
tristeza, que se tornó autoritario y personalista.
Mi convicción política responde indudablemente a mis
principios. Soy de los que piensan que nosotros, los humanos, al ser seres
sociales, somos seres políticos. Por tanto la política nos atraviesa. Y ese es
el vinculo ineludible que me une al Ecuador y a su realidad y por el cual llevo
conmigo a mi país a todos los lugares que visito. Mi artículo ‘Arde Quito’,
Señor Presidente, se publicó dentro de la sección de Opinión del Diario Hoy. No
constituye, por tanto, crónica o reportaje. El Hoy lo publicó por el simple
derecho que tenemos los ciudadanos a expresarnos libremente. No discutiré, sin
embargo, su percepción personal sobre el mismo ni la de su equipo de
comunicación porque en todos estos años he aprendido que así como existen
lecturas maduras e intuitivas de los textos, existen también las que pierden
frente a la capacidad expresiva del lenguaje.
Y para opinar sobre la realidad del país, aunque usted no lo
acepte, no es requisito gozar de la “tremenda vista” del balcón de Carondelet.
Juan Montalvo, por ejemplo, escribía precisamente desde las esquinas contrarias
y, por muchos años, desde el exterior. Usted mismo, Señor Presidente, se ha
tomado la libertad de opinar sobre acontecimientos en los cuales no ha estado
presente, como cuando le aseguró al país que su primo, Pedro Delgado, era
economista. Y no es de extrañarse. No es necesario haber vivido en la Francia
del siglo XVIII para conocer sobre la Revolución Francesa, ni mucho menos haber
sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial para tener certeza del Holocausto
Judío. Y este último ejemplo me recuerda a la novela histórica ‘¿Arde París?’
de los periodistas Dominique Lapierre y Larry Collins, que durante años
investigaron la ocupación nacionalsocialista sobre el territorio francés para
poder publicar su obra.
Tampoco abrazo la esperanza de que usted acoja estas
disquisiciones, propias de caracteres más dados a la reflexión que a los
impulsos. En todo caso, Señor Presidente, me preocupa el Estado de Propaganda
que su gobierno ha construido en el país. Desde su sabatina usted no rebate
ideas, impone verdades que con su enorme aparato comunicacional aparentan ser
reales. Usted mismo, al aludirme el sábado pasado, lo ha dicho: “Mentir es
corrupción, más aún desde el poder” (Enlace Ciudadano No. 338, 7 de
septiembre). Lo dice precisamente quién afirmó que Jaime Guevara, abstemio
radical, era un “borracho marihuanero”. Y el que dijo que Lady Morales, la
Abanderada del Pabellón Nacional del Colegio Mejía, era vaga. Y no, Señor
Presidente, tampoco soy corrupto. Lo que tengo se lo debo al trabajo honrado de
mis padres y a mis méritos personales. Corrupto fue, por ejemplo, el que
permitió el préstamo de 800 mil dólares a Duzac y que, sin responder por ese
dinero, huyó del país. Y todo esto me preocupa en la medida en que descubro una
manipulación de la realidad pues afirmar que la Policía Nacional no usó balas
de goma y gas lacrimógeno es propio de los personajes de George Orwell, sobre
todo, cuando existen fotografías, videos y una enorme cantidad de testimonios
de afectados para corroborar que la versión del gobierno es un invento ya no de
ciencia ficción sino de mala literatura de autoayuda. El uso del aparato
estatal, sin sentencia de juez, para denigrar a quienes disienten con la verdad
oficial no es propio de las democracias sino de los pésimos gobiernos.
Termino, Señor Presidente, confesándole que de todas sus
aseveraciones que usted vertió contra mí el día sábado, la única con la que me
quedo es la siguiente: “No se olviden de este nombre, Miguel Molina” (Enlace
Ciudadano No. 338, 7 de septiembre). Sin duda, aquel es el más alto homenaje
que como escritor e intelectual he recibido y lo reafirmo con absoluta
confianza: no se olviden de mi nombre. Mi vocación de articulista es una
responsabilidad que la asumo y la celebro más allá del miedo y la presión; es
un deber con el que cumplo y que seguirá ardiendo dentro de mí, como arden los
ideales de los jóvenes de mi ciudad, mientras ustedes pretendan atentar contra
el Yasuní y los pueblos en aislamiento voluntario que lo habitan.
Después de todo, no es la libertad total un estado posible de
las sociedades pero es su búsqueda la que nos hace libres.
Sin más particulares por el momento, me despido, no sin
antes agradecer la publicidad nacional que de su parte recibió mi texto.
Atentamente,
Miguel Molina Díaz
C.I. 1717990137
Links de Videos, fotografías y heridos de las protestas en contra de la explotación del Yasuní:
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- http://www.youtube.com/watch?v=u6zGsSo5XWs&feature=share
- http://www.youtube.com/watch?v=ZZVS_leT3Mo&feature=youtu.be
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- http://www.youtube.com/watch?v=u6zGsSo5XWs&feature=share
- http://www.youtube.com/watch?v=ZZVS_leT3Mo&feature=youtu.be