Miguel Molina Díaz
Al poco tiempo de haberse
instaurado la dictadura argentina el escritor Leopoldo Brizuela vivió una noche
que lo marcaría por siempre. Sus padres fueron interrogados por una patrulla
militar que irrumpió en su residencia. Más no eran ellos el objeto de su búsqueda.
Estaban tras los pasos de una familia que vivía en una casa vecina. Treinta y
cuatro años después, ese episodio saldría de los oscuros confines de su mente
para plasmarse en las páginas de una novela.
Brizuela, al igual que el
protagonista de su obra, Leonardo Bazán, se entera en el año 2010 del asalto al
mismo predio que en 1979 fue tomado por una patrulla militar y bajo los mismos
métodos. Así comienza para este escritor argentino una búsqueda por las
habitaciones perdidas de su memoria, llegando a respirar el mismo aire por el
cual la dictadura sanguinaria de 1976 venció las cadenas del tiempo y del
espacio.
“Una misma noche”, Premio
Alfaguara de Novela 2012, es la prueba del abismo cavado por la dictadura
que asesinó y torturó a finales de la década de los setentas y principios de la
de los ochentas. “La gente conserva hábitos como
no pasear frente a edificios públicos o no salen a la calle sin sus documentos”
comenta Brizuela sobre las heridas psicológicas que el régimen de facto dejó en
su generación.
Sin embargo, la
novela no busca solamente escarbar en la atrocidad y el horror causado por la
dictadura argentina, ni tampoco revelar las evidencia de las torturas
sicológicas tan enraizadas en el imaginario social. Sino también se adentra en
la culpabilidad que comparten todos quienes vivieron esos negros días, esa
culpabilidad que puede surgir de la complicidad como resultado del silencio y
la pasividad. Brizuela convoca a los monstruos escondidos en la conciencia de
los seres humanos y es cómo si, muy en el fondo, algo de Videla estuviera preso
dentro de todos nosotros.
Brizuela salta
permanentemente en el tiempo, porque entiende que el pasado sigue presente en
las calles de nuestro tiempo y no podremos huir de él. Nos persigue. Su prosa
es limpia, no hacen falta adjetivos para entender la magnitud de los hechos.
Simplemente se describe. Se adentra al lector en descripciones de conductas que
nos remiten a la mente y sus sombras.
Una novela
existencial, misteriosa, minuciosamente policial se mezcla con el testimonio
objetivo de una Argentina que 30 años después busca alcanzar la verdad de su
historia, bajo el liderazgo de un gobierno populista, para poder superar el
dolor y el horror que se vivió durante la dictadura. Pero, ¿cómo reaccionar
ante lo que no podemos manejar? ¿Ante aquello que nos aterra? Tal vez la mejor
forma sería sentarnos frente al piano de nuestra casa tomada y tocar una pieza
de Bach, porque el infierno que se encuentra allá fuera, en la calle, en la
noche, ha venido por nosotros.
* Diario La República
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