20 abr 2012

El último rodaje de la jueza Encalada



Por Miguel Molina Díaz

“¿Qué estrella cae sin que nadie la mire?” se preguntaba William Faulkner, uno de los más grandes escritores que la especie humana ha producido. Y es muy interesante el tema de las estrellas, a pesar de la pregunta de Faulkner, porque los científicos –desde hace mucho ya- lograron descubrir que gran parte de los astros que observamos en el firmamento de la noche están simplemente muertos. Murieron hace millones de años y las imágenes que tenían cuando existían han viajado un tiempo de incontables años-luz para llegar a nuestros ojos. Son como si fuesen las imágenes de la muerte, del pasado, de todo aquello perdido… Así son, a veces, las imágenes de los políticos que vemos: algo como espejismos, como ilusiones...

Nada más oportuno que una analogía con las estrellas para entender el proceso de intoxicación que vive mi país. Hace poco, el Presidente, nos hiso espectadores de dos de los procesos judiciales más arbitrarios de la historia jurídica Latinoamericana en cuanto a la libertad de expresión. En el caso particular del proceso contra Diario El Universo, desde el principio pudimos percibir un sesgo inconcebible. Sin embargo, muchos de nosotros no nos imaginamos los alcances de los abogados defensores del Primer Mandatario. No al punto de manipular el proceso desde la redacción de la sentencia. Sabíamos que hablar de “autoría coadyuvante” sin lugar a dudas significaba la prostitución del derecho penal. Las asistencias egolátricas del Presidente a las audiencias, sus declaraciones públicas, la crudeza de su pretensión implacable por recuperar un ¿honor? devastado y los millones de dólares exigidos nos hacían asistir, no solo a la negación del compromiso con la libertad (sobre todo de crítica) de la revolución, sino al fracaso institucional y estructural del principio de independencia judicial. Pero hasta allí solamente…

Perdón, prensa corrupta, actores políticos, el desgastado “ya nadie les cree” y muchas otras frases fueron comunes en aquellos días. Muchos de nosotros –todavía- recordamos esa historia (incluso algunos detalles). Pero con el pasar del tiempo, lo que sorprende es que todo lo que tocamos referente a los juicios del Presidente contra los medios expulsa pus por todos los orificios. El video de la jueza Encalada, en ese sentido, constituye el pus (asqueroso) por excelencia en esta historia de honores y chantajes.

El video –cuyo argumento está lejos de acercarse al de las películas más espeluznantes de Hitchcock- es, desde el punto de vista de la credibilidad gubernamental, devastador. “Yo vine a hacer aquí el papel de payaso” dice el famoso actor (perdón, Juez) Juan Paredes en medio de uno de los más interesantes diálogos de la trama. (No sabría decirle, juez Paredes, si su papel fue el de payaso o si ese fue el rol de todos los que creyeron en la limpieza judicial del proceso.) Y más allá de los diálogos: ¿En que sitio quedan los jueces de una Corte Nacional de Justicia que -¿presionada?- inauguran su jurisdicción negando la casación de una sentencia redactada por el abogado de una de las partes (¡o sea ratificando un fallo nulo!)? ¿Dónde queda la honestidad política de jueces y autoridades? ¿Con qué nuevas mentiras van a salir los asambleístas oficiales y ministros para defender lo indefendible? ¿Para limpiar todo este pus?

Gracias, de todos modos, Gutemberg Vera por –lejos de avergonzar a los estudiantes de derecho del país de la profesión que han elegido- habernos explicado, de la manera más ejemplificada, el porqué del desprestigio de la abogacía en el Ecuador. Así como las razones detrás de la desconfianza de la gente en el nefasto sistema judicial (aún más podrido a raíz de la revolución). 

En cuanto a usted, Señor Presidente, ¿cuánto honor queda en el Palacio después del video de la jueza Encalada? Tal vez, en lugar de enviar cartas absurdas a la Asamblea Nacional sobre la división de poderes, deberíamos enviarle, todos los ciudadanos, todos los días, cartas desesperadas, furiosas, extensas, cartas en que le expresemos nuestra pena, nuestra decepción, la devastación de nuestras esperanzas, cartas tan largas para que lleguen a las estrellas. Cartas en que reflejemos el dolor que causa un gobierno que nos prometió cambiar el mundo y que ahora repite –y perfecciona- las más fétidas maniobras de la derecha. Cartas Presidente, muchas cartas, cartas con lagrimas y asco, cartas no sobre el honor pero si sobre la ética y la honestidad política. Porque me temo que si no comenzamos a escribirle cientos de cartas todos los días se comprobaría que el Ecuador esta condenado Sr. Presidente. Se comprobaría que el Ecuador esta ciego –pero no como Borges- sino ciego, sin luz, sin orientación, sin indignación. Porque si el video de la jueza Encalada no es capaz de indignar, Sr. Presidente, creería que la revolución nos arrebató, de un solo plomazo, la cordura, la juventud, la libertad de nuestro pensamiento. Por eso hay que escribirle cartas Presidente, cartas sin fin, miles de cartas, porque su imagen es como la de esas estrellas que vemos: no son lo que parecen: han dejado de ser: han perdido su luz. 

14 abr 2012

Las contradicciones de los Populistas: De Eva a Andino


Por Miguel Molina Díaz

Hace poco se estrenó en Broadway el musical “Evita” basado, por decirlo de algún modo, en la vida de Eva Perón, la ex Primera Dama de Argentina. Sin embargo, conforme avanza la obra, la real intensión del arte se devela: el cuestionamiento al poder. Elena Roger, la actriz que representa a la primera dama, encarna a la perfección no solo la personalidad contradictoria de la aclamada Eva sino la verdadera contradicción de los proyectos populistas latinoamericanos. Su gracia es más que conmovedora, es simplemente irresistible. Sus palabras no solo se llegan a incrustar en lo profundo del electorado sino que logran un delirio popular únicamente comparable con el amor más sincero, apasionado y salvaje. Su interpretación de “Don’t Cry for me Argentina” deja sin palabras, como si la conclusión del musical fuera: ¡que resucite Eva!

Pero a la vez, dentro de las inaccesibles paredes de la Casa Rosada se encuentra su Alter Ego: una mujer obsesionada por el poder. Su creencia en la misión mesiánica de Perón no solo secuestra su capacidad de raciocinio sino sus principios políticos y el recuerdo de su humilde vida pasada. Ambiciona un mandato eterno y esta dispuesta a todo para lograrlo. Una diferencia abismal hay en su trato hostil a la servidumbre del palacio y sus promesas enternecedoras durante sus discursos. Se la ve arrasando, con su imagen solvente, en sus visitas a las tiendas y gobiernos de Europa. Se le ocurre, por fin, la idea fundamental de su ingenio: ser la compañera de formula de su marido. Pero llega la fatalidad -¡destino cruel e irónico!- y su propio cuerpo se convierte en el único límite a sus pretensiones. Se ve impedida, por su débil salud, de optar por la carrera electoral.

Durante la obra hace caso omiso a las advertencias que un joven Che Guevara –o sea el actor Ricky Martín- le hace para enmendar su camino. Su muerte es devastadora y las lágrimas llenan por completo las calles del territorio argentino. La que fue segunda economía del mundo con el surgimiento del siglo XX se encuentra en banca rota, a pesar de que los grandes culpables –Eva y Perón, por su puesto- se convierten en un mito popular. Pienso en los Perón, precisamente en estos momentos de la historia latinoamericana, cuando los personalismos de los políticos han resurgido, aprovechándose de la convergencia ciudadana por cambios sustanciales, y están escribiendo los capítulos más nefastos de nuestra involución política y cultural.

El peronismo es, por excelencia, el mejor ejemplo –podría decirse que el padre- de los procesos populistas, contradictorios y demagogos de nuestra región. Para corroborar sus obsesivas creencias en sus misiones proféticas y, sobre todo, su manía por el poder, basta recordar el atentado deplorable que le hicieran al más grande intelectual y escritor de nuestro continente: en 1946 nombraron a Borges, que hasta entonces se desempeñaba como Director de la Biblioteca Nacional, como inspector de pollos, gallinas y conejos. Así son los populistas ahogados en su prepotencia e intolerancia, en la ficción de su bondad y en la loca certidumbre de su razón.

Que lejos están de la verdadera izquierda los –no me cansaré de decirlo- proyectos populistas de nuestros días, disfrazados de falsas revoluciones. Acaban de aprobar una moción para votar por artículo la retardataria –tomando en préstamo palabras del vocabulario presidencial- Ley de Comunicación. Ablandan el camino para que el colegislador de Carondelet haga y deshaga y expida y publique, como su antojo lo crea más conveniente, el arquetipo legal con el que sepultarán la libertad de prensa.

Hasta el agotamiento les dijimos que en un sistema democrático se debe establecer para los medios responsabilidad ulterior más no cesura previa porque eso lesionaría la libertad de expresión e información (¡que ingenuos fuimos! Si eso era precisamente lo que buscaban.) Y produce, más que tristeza, vergüenza el hecho de que todos los revolucionarios apoyen una ley que exige a los periodistas estudiar comunicación para ejercer el periodismo: ¡Que falta les hace leer a García Márquez! (Sobre todo el texto “El Mejor oficio del mundo” sobre el periodismo.) Él sí hombre revolucionario y de izquierda, el interlocutor de la cultura latinoamericana.

Ojala que, después de aprobar la ley sepulturera de la libertad informativa, no vuelvan a mencionar el nombre de Salvador Allende en sus discursos cargados de desconocimiento. Muy lejos se han ido de la izquierda que defiende y proclama los derechos humanos y las libertades fundamentales de la mujer y del hombre. Muy cerca están de seguir los pasos miopes de Eva. Más allá de todo, en cuanto al asambleísta Mauro Andino –máximo símbolo de la ceguera fatal que describía Saramago-, espero que al pasar de un par de décadas, su soledad no sea lo suficientemente desgarradora para que no salga al frío de la noche, incapaz de soportar su propia conciencia y el peso inexorable de sus recuerdos y pesadillas, y vencido exclame, citando a ese mismo García Márquez que no leyó: “¡Carajos! ¿Cómo voy a salir de este laberinto?”.

Diario La República

http://www.larepublica.ec/blog/opinion/2012/04/14/las-contradicciones-de-los-populistas-de-eva-a-andino/

9 abr 2012

LA ROTUNDA DERROTA DEL PRESIDENTE

Miguel Molina Díaz

De “rotunda derrota” calificó el Presidente de la República a la Marcha Plurinacional por el Agua, por la Vida y la Dignidad de los pueblos del Ecuador. Ensombrecido por sus propios excesos narrativos exclamaba: “¡Somos millones!” “¡Somos la gran mayoría!” Cada vez son más frecuentes los lugares comunes de sus discursos. Los lugares comunes de sus poses y gestos. La redundancia de sus argumentos, hace tiempo, insostenibles.

Lo de fondo, sin embargo, es la credibilidad del Presidente; esa misma credibilidad que cada día se expone a la muerte súbita de sus emociones incontrolables. Sus frases cada día son más violentas, sus interrupciones más abruptas, sus burlas más sin sentido. Y preocupa, ciertamente, su capacidad calificativa, sobre todo respecto a la Marcha Indígena, que fue todo menos una rotunda derrota.

En cierto modo los indígenas tienen razón: el miedo gubernamental es el producto de la falta de miedo indígena. Cientos de policías escoltaron la Asamblea Nacional rememorando las imágenes más fétidas de las dictaduras setenteras. Tuve la oportunidad de comprobar la valentía de dos miembros de la nacionalidad Shuar que hicieron retroceder, con sus lanzas, a por lo menos ocho gendarmes, todos en caballos y armados hasta los dientes, prepotentes y brutales como es la policía en Latinoamérica cuando reprime y maltrata a la gente.

Desde el 8 de marzo los indígenas recorrieron el país, recogiendo en el camino los reclamos y exigencias de la población. ¿Son acaso la esperanza que queda en un país ahogado por la propaganda gubernamental? Ahogado por las prefabricadas contramarchas que organizan los Ministros de Estado, con los recursos del Estado. Y sin embargo, son más que eso: son la prueba irrefutable del verdadero color de esté régimen refundador de la derecha ecuatoriana.

De la credibilidad del Presidente de la República no queda sino el mal sabor de su fracasado intento por convencernos de una realidad que solo sus ojos ven. Estamos asistiendo, por fin, a la rotunda derrota de su palabra.

Diario La Hora

http://www.lahora.com.ec/index.php/noticias/show/1101303909/-1/Rotunda_derrota_del_Presidente_%2F_Miguel_Molina_D%C3%ADaz.html