Artículos, reseñas, entrevistas, divagaciones, ensayos… Es decir, mis textos.
20 abr 2012
El último rodaje de la jueza Encalada
14 abr 2012
Las contradicciones de los Populistas: De Eva a Andino
Por Miguel Molina Díaz
Hace poco se estrenó en Broadway el musical “Evita” basado, por decirlo de algún modo, en la vida de Eva Perón, la ex Primera Dama de Argentina. Sin embargo, conforme avanza la obra, la real intensión del arte se devela: el cuestionamiento al poder. Elena Roger, la actriz que representa a la primera dama, encarna a la perfección no solo la personalidad contradictoria de la aclamada Eva sino la verdadera contradicción de los proyectos populistas latinoamericanos. Su gracia es más que conmovedora, es simplemente irresistible. Sus palabras no solo se llegan a incrustar en lo profundo del electorado sino que logran un delirio popular únicamente comparable con el amor más sincero, apasionado y salvaje. Su interpretación de “Don’t Cry for me Argentina” deja sin palabras, como si la conclusión del musical fuera: ¡que resucite Eva!
Pero a la vez, dentro de las inaccesibles paredes de la Casa Rosada se encuentra su Alter Ego: una mujer obsesionada por el poder. Su creencia en la misión mesiánica de Perón no solo secuestra su capacidad de raciocinio sino sus principios políticos y el recuerdo de su humilde vida pasada. Ambiciona un mandato eterno y esta dispuesta a todo para lograrlo. Una diferencia abismal hay en su trato hostil a la servidumbre del palacio y sus promesas enternecedoras durante sus discursos. Se la ve arrasando, con su imagen solvente, en sus visitas a las tiendas y gobiernos de Europa. Se le ocurre, por fin, la idea fundamental de su ingenio: ser la compañera de formula de su marido. Pero llega la fatalidad -¡destino cruel e irónico!- y su propio cuerpo se convierte en el único límite a sus pretensiones. Se ve impedida, por su débil salud, de optar por la carrera electoral.
Durante la obra hace caso omiso a las advertencias que un joven Che Guevara –o sea el actor Ricky Martín- le hace para enmendar su camino. Su muerte es devastadora y las lágrimas llenan por completo las calles del territorio argentino. La que fue segunda economía del mundo con el surgimiento del siglo XX se encuentra en banca rota, a pesar de que los grandes culpables –Eva y Perón, por su puesto- se convierten en un mito popular. Pienso en los Perón, precisamente en estos momentos de la historia latinoamericana, cuando los personalismos de los políticos han resurgido, aprovechándose de la convergencia ciudadana por cambios sustanciales, y están escribiendo los capítulos más nefastos de nuestra involución política y cultural.
El peronismo es, por excelencia, el mejor ejemplo –podría decirse que el padre- de los procesos populistas, contradictorios y demagogos de nuestra región. Para corroborar sus obsesivas creencias en sus misiones proféticas y, sobre todo, su manía por el poder, basta recordar el atentado deplorable que le hicieran al más grande intelectual y escritor de nuestro continente: en 1946 nombraron a Borges, que hasta entonces se desempeñaba como Director de la Biblioteca Nacional, como inspector de pollos, gallinas y conejos. Así son los populistas ahogados en su prepotencia e intolerancia, en la ficción de su bondad y en la loca certidumbre de su razón.
Que lejos están de la verdadera izquierda los –no me cansaré de decirlo- proyectos populistas de nuestros días, disfrazados de falsas revoluciones. Acaban de aprobar una moción para votar por artículo la retardataria –tomando en préstamo palabras del vocabulario presidencial- Ley de Comunicación. Ablandan el camino para que el colegislador de Carondelet haga y deshaga y expida y publique, como su antojo lo crea más conveniente, el arquetipo legal con el que sepultarán la libertad de prensa.
Hasta el agotamiento les dijimos que en un sistema democrático se debe establecer para los medios responsabilidad ulterior más no cesura previa porque eso lesionaría la libertad de expresión e información (¡que ingenuos fuimos! Si eso era precisamente lo que buscaban.) Y produce, más que tristeza, vergüenza el hecho de que todos los revolucionarios apoyen una ley que exige a los periodistas estudiar comunicación para ejercer el periodismo: ¡Que falta les hace leer a García Márquez! (Sobre todo el texto “El Mejor oficio del mundo” sobre el periodismo.) Él sí hombre revolucionario y de izquierda, el interlocutor de la cultura latinoamericana.
Ojala que, después de aprobar la ley sepulturera de la libertad informativa, no vuelvan a mencionar el nombre de Salvador Allende en sus discursos cargados de desconocimiento. Muy lejos se han ido de la izquierda que defiende y proclama los derechos humanos y las libertades fundamentales de la mujer y del hombre. Muy cerca están de seguir los pasos miopes de Eva. Más allá de todo, en cuanto al asambleísta Mauro Andino –máximo símbolo de la ceguera fatal que describía Saramago-, espero que al pasar de un par de décadas, su soledad no sea lo suficientemente desgarradora para que no salga al frío de la noche, incapaz de soportar su propia conciencia y el peso inexorable de sus recuerdos y pesadillas, y vencido exclame, citando a ese mismo García Márquez que no leyó: “¡Carajos! ¿Cómo voy a salir de este laberinto?”.
Diario La República
9 abr 2012
LA ROTUNDA DERROTA DEL PRESIDENTE
Miguel Molina Díaz
De “rotunda derrota” calificó el Presidente de la República a la Marcha Plurinacional por el Agua, por la Vida y la Dignidad de los pueblos del Ecuador. Ensombrecido por sus propios excesos narrativos exclamaba: “¡Somos millones!” “¡Somos la gran mayoría!” Cada vez son más frecuentes los lugares comunes de sus discursos. Los lugares comunes de sus poses y gestos. La redundancia de sus argumentos, hace tiempo, insostenibles.
Lo de fondo, sin embargo, es la credibilidad del Presidente; esa misma credibilidad que cada día se expone a la muerte súbita de sus emociones incontrolables. Sus frases cada día son más violentas, sus interrupciones más abruptas, sus burlas más sin sentido. Y preocupa, ciertamente, su capacidad calificativa, sobre todo respecto a la Marcha Indígena, que fue todo menos una rotunda derrota.
En cierto modo los indígenas tienen razón: el miedo gubernamental es el producto de la falta de miedo indígena. Cientos de policías escoltaron la Asamblea Nacional rememorando las imágenes más fétidas de las dictaduras setenteras. Tuve la oportunidad de comprobar la valentía de dos miembros de la nacionalidad Shuar que hicieron retroceder, con sus lanzas, a por lo menos ocho gendarmes, todos en caballos y armados hasta los dientes, prepotentes y brutales como es la policía en Latinoamérica cuando reprime y maltrata a la gente.
Desde el 8 de marzo los indígenas recorrieron el país, recogiendo en el camino los reclamos y exigencias de la población. ¿Son acaso la esperanza que queda en un país ahogado por la propaganda gubernamental? Ahogado por las prefabricadas contramarchas que organizan los Ministros de Estado, con los recursos del Estado. Y sin embargo, son más que eso: son la prueba irrefutable del verdadero color de esté régimen refundador de la derecha ecuatoriana.
De la credibilidad del Presidente de la República no queda sino el mal sabor de su fracasado intento por convencernos de una realidad que solo sus ojos ven. Estamos asistiendo, por fin, a la rotunda derrota de su palabra.
Diario La Hora