Por Miguel Molina Díaz
Sin dudas, el mayor desafío institucional para la historia republicana del Ecuador ha sido la independencia judicial. Varios han sido los intentos disfrazados de buenas intenciones, los mecanismos siempre políticos y, por supuesto, las recurrentes sentencias finales de los bien intencionados: “esta es la última vez que se mete la mano en la justicia.” Entonces no nos pareció extraño ver a la Corte Suprema rodeada por los tanques de León Febres Cordero, cuyo partido político controló la función judicial durante largos años.
No obstante la extenuada y nefasta costumbre, en abril de 2005, nuestro Quito se liberó del soroche, despertó a pesar de la altura provocada por los más de dos mil metros sobre el nivel del mar y una ráfaga de rebeldía recorrió todas las calles y avenidas: era la Rebelión de los Forajidos. Los pitos de los automóviles y el sonido de las cacerolas inundaron el ambiente; las paredes se llenaron de grafitis y un espíritu irreverente contagió su desmedida indignación a una población que exigía decencia en la administración del poder. El gobierno de Gutiérrez se había tomado la justicia y, de la manera más descarada, había nombrado magistrados a la medida de sus intereses. La “Pichi Corte” encabezaba una función judicial con intenciones perversas y el país entero se encendió en protestas.
La Rebelión de los Forajidos de abril de 2005 fue la más frontal declaración de nuestra sociedad para construir un país donde la justicia no sea un traje adaptado a las medidas de los caudillos y menos una armadura para resguardar al poder. Seis años después de ese intenso 20 de abril, discutimos sobre una consulta popular, también llena de “buenas intenciones” en donde, una vez más, se pone en juego la independencia de la justicia. Pero el debate no es sobre las buenas intenciones sino sobre el engaño, porque esta Consulta Popular/Referéndum no solucionará ni la crisis de la función judicial ni la delincuencia, sino consolidará un modelo de poder en el cual el Estado (Constitucional de Derechos y Justicia) estará subordinado a la voluntad estratosférica de la personalidad presidencial.
El recuerdo de abril definitivamente no llega para todos, más bien para algunos simplemente es como si no hubiese existido el mes más violento en donde se luchó por la justicia. Los oficialistas sonríen para la foto, entregan dadivas, buscan pretextos para justificar los apuros de esta consulta, con los mismos fétidos argumentos que hace 6 años nos causaron asco y nos hicieron protestar. El presidente dice que la pregunta 6 no va contra la presunción de inocencia porque, una vez aprobada la consulta, él se compromete a que en el proyecto de ley en vez de “enriquecimiento no justificado” diga “enriquecimiento ilícito”. ¿Entonces para qué convocó a plebiscito un tema que él cambiará después por medio de la ley?
Esto NO es cuestión de confianza, señor presidente, sino de defender a nuestra constitución de los antojos de momento. Ahora apelan a la memoria y nos dicen que son diferentes, incomparables. ¿Diferentes? Si hacen lo mismo que los de antes solo que peor. Llegó muy tarde su intención de reestructurar el sistema judicial, debimos hacerlo hace tiempo, antes de que Washington Pesántez utilizara la fiscalía para perseguir a sus enemigos.
Lo realmente revolucionario en el Ecuador es construir instituciones democráticas e independientes, no interferir en la designación de jueces y fiscales. Por más “buenas intenciones” que tenga el Ejecutivo, está procediendo igual que los caudillos y los partidos del pasado. Y lo que es más grave aún, se deja establecida en la Constitución la posibilidad de que futuros gobiernos, que pueden o no ser tan “bien intencionados” como el actual, interfieran en la justicia.
Es indispensable recuperar el espíritu del Abril Forajido, entender que solo con una justicia independiente los derechos y garantías de los ciudadanos están protegidos en relación al poder. La consulta popular no es un debate para juristas ni constitucionalistas exclusivamente porque somos todos, especialmente los más vulnerables, los que en algún momento nos podemos ver y sentir desamparados frente a los abusos de un poder resguardado por un sistema judicial manejable. Hace seis años aprendimos que la independencia judicial es nuestro derecho y ahora, por sus altos cargos, lo han olvidado todo. Abril Justiciero, ¿dónde quedaste? ¿Por qué NO estás en las calles frotando tus cacerolas? ¿Por qué NO nos haces abrir los ojos y recordar? ¿Por qué permites que la propaganda nos aturda y deje ciegos? ¡No nos dejes cometer los mismos errores ni ser tan irracionales! Abril Forajido, vuelve que te necesitamos, no nos abandones…
2 comentarios:
¿Cuál es la solución en tal caso?
La solución es confiar en los procedimientos que la constitución que ellos mismos redactaron establece, hay que reestructurar la función judicial, no hay duda, pero no aplicando el mismo remedio que todos los gobiernos del pasado porque veremos cómo el remedio resultará peor que la enfermedad.
Miguel
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