Por Álvaro Alemán
Quisiera empezar agradeciendo de manera muy especial a Miguel Molina por la invitación extendida para dirigirme a Uds. hoy día. Miguel me ha pedido hablar de “libertad y responsabilidad” esta mañana, para hacerlo voy a ensayar los siguiente: voy a leer una definición de libertad extraída de una canción, me voy a remitir a la historia original del hombre araña y por último voy a intentar relacionar estos dos elementos con la realidad del aprendizaje colegial y con Harry Potter; es decir, con su experiencia, la experiencia de todos ustedes.
Me permito proceder de esta manera porque me encanta la música de Janice Joplin (una de las pocas mujeres indispensables en la historia del rock), porque he leído las historietas del hombre araña desde que tengo 12 años de edad (mucho antes de que este personaje llegase al cine) y finalmente porque he sido alumno y sigo vinculado de manera cotidiana a la enseñanza-aprendizaje, (a veces como profesor universitario). Es decir, el sitio desde el que enuncio es mi vida.
Empecemos: la canción que estoy por citar se llama “Me and Bobby McGee”, que no creo que tengo que traducir para ustedes. Unos pocos preliminares: Joplin alcanzó la fama como una intérprete de música negra, específicamente de los blues, de manera similar a lo ocurrido con Elvis Presley, Joplin presentó este género musical a un público que nunca antes lo había experimentado y se hizo famosa por ello. La canción trata del idilio romántico entra la narradora y su amante, de la intensidad de la experiencia vivida en su presencia y, finalmente, de su separación y de la añoranza que su nombre evoca. De esta canción, popular en su momento, extraigo el siguiente fragmento, traducido al castellano. Dice Janice Joplin:
“La libertad no es sino una palabra que significa: no hay nada que perder.”
Para reiterar parafraseando: la libertad es aquello que aparece cuando no hay nada que perder.
Pasemos al hombre araña. Algunos de ustedes habrán visto la película. Un joven estudiante colegial recibe la mordedura de una araña irradiada, el resultado de esta circunstancia determina que el sujeto mordido (Peter Parker) adquiere la agilidad, la fuerza, la elasticidad y hasta la intuición de una araña, sin alteraciones mayores a su apariencia física. Una vez que Parker entiende que en efecto se ha convertido en un sujeto dotado de poderes extraordinarios su primer impulso es buscar un método para lucrar de sus nuevas habilidades. En el transcurso de esta experiencia, Parker se rehúsa a intervenir en la captura de un ladrón que huye de la policía, su justificación es que esa labor no le corresponde. Más adelante, encuentra que su tío ha sido asesinado, precisamente por la misma persona que él no detuvo. Hacia el final de la historieta que narra estos sucesos, en un recuadro de texto, el guionista de la historia incluye ell siguiente comentario:
“una figura delgada y silenciosa desaparece en la creciente oscuridad, finalmente consciente de que, en este mundo, los grandes poderes deben estar acompañados de grandes responsabilidades”
¿Cuál es el significado de estas enigmáticas palabras? Más allá de eso, ¿cómo se relaciona la libertad del deshecho de Joplin, aquella en la que uno no tiene nada que perder, con la responsabilidad de hecho de Peter Parker, aquella en la que uno se expone a perder todo?
La ganancia y la pérdida también son asuntos que atañen al quehacer estudiantil, sobre todo cuando están vinculados al conocimiento. El provecho que resulta del aprendizaje, por ejemplo, o la pérdida de relevancia que a veces escolta ese mismo proceso. Una pregunta interesante que emerge de esta reflexión es, ¿qué está en juego, finalmente? ¿Qué se decide y quién se beneficia al responder la pregunta que envuelve la libertad, y aquella que acecha a la responsabilidad?
Sin responder directamente estas preguntas, quisiera introducir algunos elementos de juicio. El primero se pregunta sobre la utilidad de la libertad como concepto, en la forma libertad, ¿de qué? y ¿para qué? Mi entendimiento me lleva a pensar en libertad en relación a la opresión. Y la opresión puede asumir muchas formas: el control de nuestros actos por parte de otras personas, por ejemplo, el sometimiento y el miedo. El hecho es que nadie puede eludir todas las distintas formas de opresión, alguien siempre nos controla, o atemoriza. En esa luz, las únicas personas que son libres de verdad son aquellas a quienes no les importa lo que les ocurra si se resisten a la opresión. Para decirlo de otra manera: quienes tienen una libertad plena son aquellos que no tienen nada que perder.
Paradójicamente, entonces, la libertad plena implica el sacrificio, un sometimiento distinto, no al poder, sino a los otros, a los demás puesto que al arrojo y la temeridad que me otorga la libertad, esa inmensa capacidad de resistencia ante la opresión, asegura el bienestar de los demás, que se convierten, de pronto y sin quererlo, en los beneficiados de ese sacrificio.
Para decirlo de otra manera: la aceptación de la responsabilidad del hombre araña como protector de los desvalidos se convierte en libertad colectiva.
Tomemos otro ejemplo, derivado de la literatura fantástica, el mundo de Harry Potter. Si han leído los libros, o visto las películas se sitúan en un buen sitio para apreciar la lenta introducción del Mal en el universo de Hogwarts. El inicio no consiste sino en restricciones menores de la libertad de los estudiantes, una profesora o autoridad que castiga a los alumnos por decir la verdad, o un gobierno que controla el flujo de información hacia los medios. Se extienden las mentiras, se cuestionan las lealtades y poco a poco, las libertades se esfuman hasta que algunos de los hechiceros que no son de pura sangre empiezan a desaparecer mientras que otros pasan a la clandestinidad. Aquellos que se oponen a la opresión enfrentan represalias, como el secuestro y la tortura de sus hijos. Al final es Harry Potter, el huérfano que ha perdido a casi todos sus seres queridos, aquel que ya no tiene nada que perder, quien se rebela contra la opresión, quien asume su libertad y la padece en beneficio de su comunidad.
¿Cómo se vinculan estas apreciaciones con las tareas del conocimiento? De muchas maneras, por ahora digamos solo una: no hay aprendizaje verdadero que no sea libre, es decir, arriesgado, es decir, orientado hacia el beneficio público. No hay libertad sin responsabilidad social. La pregunta entonces, para ustedes, agazapados ante el aturdimiento prescriptivo es ¿qué tan libres están dispuestos a ser? ¿Cuánto están dispuestos a arriesgar para asegurar un verdadero aprendizaje, para ustedes y para quienes les rodean? Ante la certeza de un aprendizaje incierto sin sacrificio y de una sociedad opresiva sin rebeldía, ¿qué es lo que tienen que perder?
Gracias
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