12 oct 2014

El Estado Islámico


Por Miguel Molina Díaz

Escribir al ritmo de un viento feroz en la soledad del desierto. Escribir como si el siglo XX hubiera sido la consagración de la paz. Escribir a flor de piel, como la memoria histórica. Escribir como si pudiéramos asegurar que las guerras mundiales no se repetirán jamás. Escribir como los que no tuvieron miedo a los totalitarismos, a la persecución, al exilio, a los poderosos de antaño.

Escribir como si fuéramos maduros. Como si hubiésemos crecido y aprendido. Como si de algún modo pudiéramos juntarnos todos los humanos para hacer un poema. Escribir sin pereza, sin miedo, sin dolor.

Escribir como si las religiones fueran la paz. Como si los credos juntaran a los hombres y a las mujeres del mundo en la arena de una playa inmensa, mientras todos se abrazan y se besan. Escribir como si nos amaramos. Como si escribir no fuera gritar de furia, llorar, perder la calma por la indignación y la tristeza.

Escribir como si no hubiera decapitaciones. Como si no hiciera falta que los líderes del mundo se pongan de acuerdo en lanzar bombas contra los creadores del horror, para causar más horror. Escribir con la nostalgia del periodista que va a ser decapitado. Escribir con la mirada del francés inocente que no pudo volver a su casa ni a su cuerpo.

Escribir sin pactar con los dictadores que hace poco queríamos defenestrar. Escribir la historia del Medio Oriente sin Bashar al-Asad. Escribir sin la certeza del odio entre los pueblos. Sin el fanatismo perverso de los terroristas. Escribir como si al hacerlo salváramos vidas. Como si la escritura pudiera limpiar el desastre. Y como si los Dioses no convocaran la muerte.

Escribir desde el siglo XXI, sin haber aprendido nada. Escribir sin amor. Escribir muriendo. Escribir sin ser felices. Escribir lejos de la paz y de la voluntad de la paz. Escribir en el peligro, mientras los niños mueren, las mujeres son violadas y las familias se rompen para siempre. Escribir como quién recupera la cordura. Escribir como si pudiéramos recomenzar la historia.