28 nov 2012

EL BONO DE LA DISCORDIA




Miguel Molina Díaz

Fue el gobierno de Jamil Mahuad el que dio vida a la iniciativa del Bono de la Pobreza, hoy llamado Bono de Desarrollo Humano. Comenzó con un valor de 100 mil sucres (aproximadamente 18 dólares según el tipo de cambio de 1998). Durante el gobierno de Noboa Bejarano, después de la devaluación y muerte del sucre, el bono fue fijado en USD 10.50 y luego fue incrementado a USD 11.50. El gobierno del Gutiérrez, en el 2003, realizó un incremento que situó el valor del bono en 15 dólares. No hubo más incrementos sino hasta el 2007, cuando la administración Correa lo fijó en USD 30.

Lo cierto es que desde su implementación en 1998, si bien ha servido como herramienta de legitimación gubernamental, el bono nunca ha tenido el protagonismo del que goza en estos días. Dos son los temas que se deben analizar: primero la validez del bono como modelo económico y, en segundo lugar, la viabilidad real de su incremento a 50 dólares a través del proyecto de Ley de Redistribución del Gasto Social, enviado por el Presidente Correa a la Asamblea con carácter económico urgente y posteriormente aprobado.

Cuando en el 2007 se produjo el incremento a USD 30, Janeth Sánchez –entonces Ministra de Inclusión Económica y Social–, explicó que el bono se debía entender como una medida provisional que solo existiría el tiempo que la Revolución Ciudadana se demoré en desarrollar industrias exitosas que generen altos niveles de empleo y prosperidad. Entonces, aseguró Sánchez, esa medida “subsidiaria” llegaría a su fin. El argumento, ciertamente, parecía razonable e inteligente.

Pero 5 años después el bono no ha desaparecido, todo lo contrario, se proyecta como un elemento clave de la política económica de la revolución. Los 30 dólares y el incremento sin precedentes de beneficiarios han sido las columnas del sistema clientelar que sostiene al gobierno del presidente Correa. Y lo triste es que no es una política económica sustentable sino una marcada por un populismo feroz que, fortalecido por el apoyo de los sectores populares, ha desarrollado una dinámica autoritaria.

Es verdad que los bancos fueron causantes de la peor crisis económica del país. No lo olvidamos. Pero hay que aceptar que las instituciones financieras que sobrevivieron a esa crisis fueron, en su mayoría, aquellas que tuvieron políticas responsables –en relación a los que quebraron- para el manejo de los fondos de los depositantes. Y más de una década después, mal que mal, los afectados y el país se han ido recuperando. Lo inentendible es que hablaban, los asambleístas, de dignidad cuando justificaban su voto favorable para aprobar la Ley de Redistribución del Gasto Social. Pero se equivocaron: no es digno, ni de nueva izquierda, acostumbrar a la gente al asistencialismo del Estado en lugar de promover el desarrollo de sus talentos colectivamente.

Lo de fondo es que este es un debate, ante todo, electoral. Fue Guillermo Lasso, demostrando una limitación del intelecto político no perdonable, quién en primer lugar propuso el incremento del bono para ganar adeptos en el marco de su campaña electoral. Y es Correa, el candidato oficial, quién tomó la decisión de incrementarlo, precisamente, a la cifra propuesta por Lasso. Solo que financiándolo con las ganancias de los bancos. ¿Cuáles son los criterios técnicos para fijar los 50 dólares? ¡No existen! Es un capricho más del caudillo para dar lecciones de poder. ¿Hasta cuándo seguirán siendo tan irresponsables en la toma de decisiones? Y lo más grave es que el Bono de Desarrollo Humano –repito- consolida la idea de un Estado omnipresente y subsidiario que, con sus mecanismos de clientelismo electoral, insulta la capacidad de la gente para emprender y alcanzar sus proyectos de vida en base a sus talentos y destrezas. Señores y señoras: ¡Bienvenidos al flamante Populismo del Siglo XXI!

26 nov 2012

La Tierra Prometida




Miguel Molina Díaz

El Estado de Israel es, sin lugar a dudas, uno de los ejemplos más grandes de lo que las colectividades podemos lograr cuando nos organizamos en la persecución de un mismo objetivo. Después del Holocausto, en el que perecieron más de 6 millones de judíos, la ONU decidió la creación del Estado israelita en el territorio de Palestina, que según la tradición de la Torá había sido prometida por Yahvé a los descendientes de Abraham.

Ben Gurión, su líder, tuvo que idearse un país en el punto geográfico más neurálgico de una guerra fratricida. Una guerra de culturas en el corazón de las tres religiones monoteístas más importantes del mundo. Y la verdad es que los primeros años fueron de tragedia: ni siquiera les era permitido el acceso a su ciudad capital, Jerusalén, que estaba controlada por los árabes.

Las dificultades, con el tiempo, se convirtieron en la posibilidad de aprender a crear soluciones para todo tipo de dificultad, que eran demasiadas. Por ejemplo, para poder sembrar en el desierto tuvieron que bombardear nubes y la lluvia, que según la biblia la enviaba Dios, fue una consecuencia de su tecnología e ingenio. Veinte años después de la época en que vivían perseguidos por los árabes, en la Guerra de los 6 días, la Primera Ministra Golda Meir se enfrentó a 5 países árabes y los venció.

Los sufrimientos del pueblo judío se remontan a los albores de la civilización humana. Y desde entonces gracias a su unidad y fuerza han logrado vencer las más horrendas adversidades: expulsiones, pestes, migraciones, guerras santas, masacres, guetos, cámaras de gas, más guerras, sangre, persecución.

Sin embargo, hace pocos días el mundo entero fue testigo de la masacre causada por el gobierno israelí en la Franja de Gaza. Creo que el Premier Netanyahu en realidad tiene problemas para distinguir entre “defensa” y “ofensa”. Para defender al pueblo israelí de los misiles de Hamás el saldo fue alrededor de 150 palestinos muertos.  Es decir, más de seis décadas después del Holocausto Israel ha olvidado el dolor, el horror, las llamas del infierno. 

* Publicado originalmente en Diario La Hora

20 nov 2012

¡Pigasus Presidente! ¡Los cerdos al poder!




Por Miguel Molina Díaz

La mañana del 23 de agosto de 1968 Pigasus fue arrestado por la policía de Chicago durante su primera conferencia de prensa como candidato a la presidencia de los Estados Unidos. Nunca más se supo de su paradero y, con el paso del tiempo, fue completamente olvidado. Su corta candidatura surgió como respuesta de la juventud hippie a los estragos que acontecieron en la Convención Nacional del Partido Demócrata de ese año. El presidente Lyndon Johnson había anunciado su declinación a la reelección y el presidenciable favorito para los demócratas, el senador Robert Kennedy, había sido asesinado el junio pasado. Pigasus era, en ese momento, la única opción admisible.

El Mayo Francés había iluminado a la juventud del mundo. Las letras de músicos como Bob Dylan o los Beatles se convirtieron en manifiestos políticos. La guerra de Vietnam no causaba a la juventud nada menos que asco y desdén de todo lo que tenía que ver con la política. Así es como los líderes del movimiento hippie, Abbie Hoffman y Jerry Rubin, nominaron al cerdo Pigasus como candidato del Partido Internacional Joven para dirigir la primera potencia mundial. “Ellos nominan a un presidente y él se come a la gente. Nosotros nominamos un presidente y la gente se lo come a él.” Ese era, precisamente, el argumento detrás de la candidatura del cerdo Pigasus.

Su nombre, por cierto, provenía de Pegaso, el caballo alado de la Mitología Griega. Además, guardaba similitud con la palabra “pig” que en inglés significa cerdo. Sus seguidores, en los cortos días que duró su campaña, pidieron para él la protección del Servicio Secreto tal como a los demás candidatos, así como ser llevado a la Casa Blanca para la sesión informativa sobre la política exterior. Lideró, dicen, un multitudinario desfile desde un camión de basura. Y ciertamente Pigasus, en todos los sentidos posibles, era superior a quién al final triunfó en los comicios: Richard Nixon.

Es oportuno recordar a Pigasus precisamente con motivo de nuestras próximas elecciones presidenciales y legislativas. De hecho, la mañana del jueves, un grupo de más o menos 30 jóvenes intentaron inscribir la candidatura de “Don Burro” a la Asamblea Nacional como representante por la provincia del Guayas. Considero que la candidatura de Don Burro es acertada y, por lo menos, produce cierta esperanza. “Don Burro”, al igual que Pigasus, no son más que símbolos de respuesta a un ejercicio político que da asco.

Casi todos, desde los partidos más repulsivos de la oposición, hasta el oportunista partido de gobierno han decidido protagonizar un circo político que provoca vergüenza. Durante años figuras como De la Cruz, Tin Delgado e Iván Hurtado han sido –y con justicia- merecedores de toda la admiración y el respeto por su desempeño como deportistas. Pero es penoso que se hayan prestado para hacerle juego al correismo más irresponsable pues a Alianza País no le interesa su criterio o aporte, sino los votos que pueden levantar.

Ni hablar de los personajes de la farándula, reinas de belleza y cantantes que en distintas listas aparecen como candidatos. ¡Esta es, en toda su magnitud, la Revolución Ciudadana!  ¡Y esta es, en todo su alcance, la oposición que la combate! No me esperaba menos de los partidos tradicionales: ciertamente las propuestas y argumentos de Gutiérrez y los roldosistas son impresentables, por tanto sus candidatos deben guardar similitud con esos perfiles. Pero en el caso de Alianza País no es igual porque ellos prometieron ser diferentes. Han fracasado en su misión y decisión de construir un verdadero y sólido partido político en el Ecuador. La deuda sigue impaga. Prometieron acabar con la era de la partidocracia y sus viejas prácticas. Tiempo después replican esas mismas prácticas y con mucha más maestría. Durante 30 años vivimos una democracia de maquinarias electorales, empresas publicitarias para potenciar a ciertos caudillos. Y sí hay un cambio ahora: vemos una única maquinaria electoral que publicita la figura de un único caudillo que con su poder amedranta y encacha a todos los demás partidos y movimientos.

Es por eso que en este momento la candidatura de Don Burro es ciertamente providencial. Una bocanada de aire en medio de este tan asfixiante circo político. En Pigasus y Don Burro encontramos irreverencia, consciencia, crítica y responsabilidad con el país y la historia. Es decir, eso mismo de lo cual carecen muchos de los candidatos actuales. Es una pena que no permitieron inscribir la candidatura de Don Burro y que de Pigasus no se sepa nada; si tan sólo estuviera vivo sería el personaje perfecto para gobernar al Ecuador. ¡Adiós 1968!

16 nov 2012

La Casa del Desván




Miguel Molina Díaz

Hace pocos meses supe de una novela que se adentra en los rincones más laberinticos de la mente humana. Escogida entre las diez finalistas del Premio Planeta-Casa de América 2008, La Casa del Desván, de Modesto Ponce Maldonado (Quito, 1938), consiste en una profunda reflexión sobre la realidad que percibimos a nuestro alrededor. Una realidad inevitablemente condicionada a las patologías mentales que podríamos padecer. Una realidad que no nos permite saber hasta qué punto esta es real afuera de nuestro cerebro.

En su último ensayo “Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción”, el escritor mexicano Jorge Volpi plantea algo que en cierto modo ya lo sospechábamos: los hechos de la realidad y la ficción son recibidos por la mente humana a través de un mismo proceso. En el interior de nuestro cerebro aquello que acontece en los libros y en las películas es tan real como los hechos de nuestra vida cotidiana y nuestro entorno. En algún punto la ficción y la realidad se fusionan, son una misma cosa.

Pero, ¿qué sucedería si nuestra mente cae en los inmisericordes predios de la esquizofrenia? Ese es precisamente el misterio que aborda Ponce Maldonado en su novela. Y no es precisamente la disyuntiva entre realidad y ficción (sobre la que nos hablaba Volpi), sino una disyuntiva más cruda y una sobre la cual no es posible hacer una elección: la salud mental y el abismo de la imaginación sin control.

Ponce Maldonado se sumerge en la posibilidad de una mente desbordada, sobrepasada por la realidad y los conflictos, vencida, enferma. Una mente que pierde la batalla contra el poder de la imaginación y es capaz de crearse para sí otras realidades posibles. No la realidad que percibimos con los sentidos del cuerpo sino la que nace al interior del cerebro y sólo existe allí.

Con un fascinante relato en primera persona el autor describe el mundo convulsivo en el que vive su personaje (el cual ciertamente no sale de su habitación en el hospital psiquiátrico). La novela abandona toda posibilidad de ser lineal: comienza un 26 de junio y termina el 29 de abril de ese mismo año. Además de un viaje de regreso en el tiempo, la narración es el descubrimiento de un misterio pues el lector podrá comprobar que las más fascinantes historias nacen del más sencillo de los pretextos. El reto es lograr activar el poder de la imaginación.

Unos dirán que la burocracia y sus tentáculos invencibles es criticada por Ponce Maldonado. Podría ser. Lo cierto es que su novela se queja de esas estructuras burocráticas capaces de absorber y tragarse la vida de las personas, los años de juventud, los valores, la esperanza. Un sistema imposible de entender o vencer (como El Proceso de Kafka), es –quizá– el culpable del deterioro mental del protagonista de la historia. Pero más allá de eso, lo cierto es que ese mundo esquizofrénico, al igual que la ficción que consumimos todos los días, tiene tanto o mas veracidad y fuerza que aquello que tristemente llamamos realidad. 

9 nov 2012

Crónicas de una entrevista presidencial anunciada




Miguel Molina Díaz


A las diez de la noche comenzaría la entrevista al presidente Rafael Correa en el programa De Frente, del periodista Jorge Gestoso. Semanas atrás estudiantes de la Universidad San Francisco de Quito respondimos aceptando la invitación que nos hicieron para asistir al programa transmitido en vivo junto a otros universitarios del país.  Fui parte de asa delegación  y en esta crónica no hago más que relatar mi experiencia en esa controversial noche.

Y digo controversial porque además de las declaraciones que el Jefe de Estado dio a lo largo de su monólogo, creo que es de real importancia profundizar en la necesidad de ejercer el derecho que todo ciudadano posee de acceder al presidente e increparle sobre sus decisiones en la administración pública. Esa noche, sin embargo, quienes éramos estudiantes de la Universidad San Francisco no constábamos en la lista de asistentes al programa de Gestoso a pesar de haber enviado con anticipación los nombres de quienes integrarían nuestra delegación.

Horas antes nos habían anticipado, en un inexplicable comunicado, que no estábamos invitados (es decir, nos desinvitaron). Creímos que no era justificable ni motivada la decisión de última hora y por tano decidimos que de todos modos asistiríamos. Cuando en la entrada del canal incautado Gama TV confirmamos que nuestros nombres no se encontraban en la lista de asistentes, comprendimos que la seguridad presidencial no nos permitiría el acceso.

Un estudiante de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, al comprender nuestra situación, nos asignó los nombres de compañeros suyos que, a pesar de haber confirmado su asistencia, no pudieron concurrir. Después de una apresurada reflexión –todos somos estudiantes de derecho- decidimos que entraríamos con otros nombres y buscaríamos la oportunidad de hacerle saber al presidente nuestra decepción por el irrespeto del que fuimos objeto.

Así fue como pudimos, en vivo y en directo, observar las afirmaciones del Presidente de la República. Comenzó, como era lógico, congratulándose por los resultados de las elecciones en Estados Unidos. Dijo que Barack Obama es una extraordinaria persona y un gran ser humano, pero que las políticas en materia internacional se habían consolidado durante tantas décadas que la visión sobre América Latina seguía siendo la misma de siempre. Aprovechó, además, para criticar a los periódicos privados estadounidenses que descaradamente apoyaron a uno de los dos candidatos, violando los derechos del electorado a reflexionar libremente. ¡Ah! Y casi lo olvidaba: dijo que la democracia en Estados Unidos era una de las más imperfectas del mundo.

Cuando habló del incremento en el Bono de Desarrollo Humano sonrió todo lo que pudo y dijo que desde hace mucho subirlo a 50 dólares había sido intensión del gobierno. Con desmesurada ironía se refirió al gran consenso que había logrado en el país para incrementar el bono, puesto que Guillermo Lasso, el candidato de la derecha, también apoyaba la iniciativa. Después amedrentó contra Lasso recordando su responsabilidad política en la crisis bancaria de 1998.

En cuando al caso Cofiec, como era de esperarse, se mostró indignado porque dos personas que para él eran absolutamente inocentes estaban privados de la libertad. Entonces, refiriéndose a una suerte de inmunidad divina de los implicados en este caso, aseguró que protegería personalmente tanto a los dos detenidos como a los demás involucrados en el préstamo a Duzac (que hasta el momento permanecen –y permanecerán- libres). No sé si como un símil, pero más o menos a estas alturas de la entrevista, el mandatario recordó que el presidente Kennedy nombró durante su administración como Fiscal General de la Nación a su hermano Robert. ¿Qué habrá querido insinuar Correa?

Sin lugar a dudas, el tema fundamental de la entrevista fue la reforma a la justicia. Con seguridad (y casi con orgullo) dio los datos de todo lo que gracias a la Consulta Popular del 2011 han podido revolucionar en el sector justicia. Dijo que por primera vez el 64% de los usuarios de la justicia ordinaria están conformes con el servicio. En este punto, frente a un video en el cual Santiago Guarderas, el decano de derecho de la Universidad Católica, criticó la calidad y falta de independencia de los jueces, el presidente respondió que la culpa es de Guarderas y no del gobierno, pues son los decanos los que forman a los abogados que luego se convierten en jueces. Es decir, las facultades de jurisprudencia forman malos abogados. “Aquí están estudiantes de derecho –dijo el mandatario señalándonos- la culpa es de los decanos”.

En un video transmitido durante la entrevista María Paula Romo criticó –no sin razón- que el secretario particular del presidente sea el primero en la terna enviada por un órgano de otra función del Estado (la Corte Nacional) para integrar (y presidir) el Consejo de la Judicatura. Haciendo gestos de despreció el presidente recordó que Baltazar Garzón ya había hablado sobre la “interdependencia de las funciones del Estado” que consiste en la coordinación que debe vincular a los cinco poderes. Entonces fue cuando dijo que no se puede valorar el criterio de esta “chica” sobre el de Garzón. Después de pensar en lo irrespetuosos y vulgares que pueden ser los políticos en sus respuestas, la conclusión que me quedo fue:

Montesquieu y Roseau: galletas.

División de poderes e independencia judicial: superados conceptos retardatarios.

Interdependencia de funciones: modernidad y vanguardia.

Garzón: Dios.

Como suele ser su costumbre, para cerrar con broche de oro el tema de la justicia, invocó derecho comparado norteamericano y dijo: “en Estados Unidos el presidente nomina a los jueces de la Corte Suprema y a nadie se le ocurre decir que interviene en la justicia”. Aunque, como lo afirmó reiterativamente, su gobierno sí mete las manos en la justicia: para cambiarla.

Una estudiante de la Universidad Católica (que en mi opinión desperdició la oportunidad de plantear algún tema más relevante) le preguntó al mandatario sobre las prácticas profesionales para los estudiantes de derecho. Aprovechando la presencia de Paulo Rodríguez, el Presidente del Consejo de la Judicatura de Transición, le pidió que explique este tema. Durante el corte comercial el Jefe de Estado llamó con la mano a Rodríguez y con el rostro molesto le hizo comentarios al oído.

El último tema que abordó el presidente fue las declaraciones del ex embajador Murray, a las cuales dio crédito diciendo que después de la derrota en Venezuela la derecha, las oligarquías y la CIA habían triplicado el presupuesto designado a lograr que se termine la Revolución Ciudadana. En este punto, al parecer, olvidó que sobre el presidente Obama (máxima autoridad sobre la CIA) dijo “es una extraordinaria persona y un gran ser humano”. Con respecto a su obvia candidatura para la reelección dijo que hay que esperar la convención nacional de Alianza País.

Al termino de la entrevista, los ocultos estudiantes de la San Francisco nos acercamos al presidente librando la seguridad con el pretexto de pedirle una fotografía. Entonces fue cuando abiertamente dijimos cual era la universidad de la que proveníamos y el hecho de que nos sacaron de la lista de asistentes. Sorprendido llamó a la persona que coordinó el programa de Gestoso, le pidió explicaciones, ella dijo que nunca nos invitó, él le dijo que si no nos hubieran invitado no habríamos ido y procedió a pedirnos disculpas agregando que él fue profesor en la San Francisco, universidad que  sería un paraíso sin su rector (lo dijo en tono agresivo), un tipo que –en la opinión del presidente- ha hecho de la educación superior un negocio de lucro personal (olvido que esa universidad lo ayudó para que viaje a Illinois a seguir su doctorado). Posteriormente, se tomó fotos sin sonrisa con mucha gente y salió con su seguridad.

Nunca llegamos a entender cómo fue que primero nos invitaron y luego nos sacaron de la lista, tampoco supimos los responsables de esa maniobra viciosa. Lo cierto es que presenciar la entrevista presidencial valió la pena: confirmamos la solvencia política de Correa, la aguja de doble filo de su carisma, su obsesión por creerse poseedor de la verdad absoluta y de un propósito mesiánico, la convicción de que su influencia (o poder) sobre otras funciones del Estado es revolucionaria. Esos fueron, la noche del miércoles, los lugares comunes en que una vez más cayó el presidente Correa.

Reporta para ustedes:

Un sicario de tinta.