23 jul 2012

El Fantasma del Aborto



Miguel Molina Díaz

La última vez que fue visto ocurrió en los (seudo)minimalistas e improvisados pasillos de Ciudad Alfaro. Se había despertado con furia para evitar que los constituyentes, ebrios por todo el poder pleno del que gozaban, cedan a las presiones del maligno y legalicen el aborto. Con algo de objetividad se podría decir que el fantasma regresó tranquilo a su cripta en las iglesias y en las mentes retorcidas, pues en Montecristi, lógicamente, no se abordó el tema del aborto. Pero al parecer ha regresado. Lo han hecho despertar. Está echando chispas.

Entre las (muy pocas) innovaciones del proyecto de Código Penal Integral (que casi íntegramente reproduce la retrograda tipicidad del Código Penal vigente) se encuentra la posibilidad de, entre las dos causales que ya existen para realizar el aborto, incluir la violación. Es decir, además del aborto terapéutico (para evitar peligro en la vida o salud de la madre) y del aborto eugenésico (de una violación o estupro cometido a una mujer idiota o demente), la violación en general entraría a ser una de las causales para que el aborto no sea punible en el Ecuador.

Poco importan los temas que desarrollan el populismo penal del gobierno de la Revolución Ciudadana, menos aún que se mantengan tipos penales absurdos por obsoletos y anacrónicos –acaso jocosos– como aquel del artículo 447.2: “Las personas que públicamente ofendieren el pudor, con acciones o dichos indecentes”. ¡No! Lo que se discute no es la integridad del proyecto de Código Penal Integral ni su espíritu, sino el aborto. Así de simple. Entonces entremos a discutir el aborto.

Tenía toda la intensión de dedicar la columna de esta semana a realizar una crítica cinematográfica a la última película de Almodóvar, La Piel que habito, que me horrorizó por su calidad y la aproximación del director, ahora sí, a una obra maestra. Pero el horror por la altísima calidad cinematográfica (y la crítica que quisiera realizar a una parte de su argumento), no es comparable al horror de presenciar el retorno de los funestos fantasmas del aborto.

Ya salieron todos. Las señoras de ProVida, de las que nunca he oído campañas de educación sexual o uso de anticonceptivos, ya comenzaron a defender con vehemencia la vida en todas sus manifestaciones, alcances, ilusiones, alucinaciones, ficciones y situaciones. Ya salió la Iglesia, esa misma institución cuyo Papa rechazó el uso de condones en ¡Africa!, ha imponer cómo tienen que ser las leyes civiles para adaptarse a la doctrina divina (parece que se olvidaron de las denuncias de pederastia). Ya salieron las sectas y sus profetas, porque todos tienen que estar juntos, esta vez sí, extremadamente juntos, para defender los intereses sagrados.

Ya se les cayeron la mascaras del progresismo a los asambleístas de Alianza País (de los otros, por suerte, ya nos lo esperábamos), lucieron por fin sus verdaderos trajes curuchupas porque esto es de vida o muerte, o se está con la vida o se está con la muerte (¿qué diría de esto Edgar Allan Poe? ¿Él, a quién le fascinaba la muerte como argumento? ¿Hubiera encontrado el pretexto para un nuevo cuento o un poema de terror?). Incluso, ya se murió de pánico el presidente, cómo pocas veces, no se lo ve despotricar y dar razones absolutas (por absurdas) en sus cadenas sabatinas, todo lo contrario, ha evitado el tema en todos los espacios.

¡Este es el escenario del terror en su máxima expresión! ¡No es posible que las mujeres violadas quieran abortar¡ ¡Eso sería contradecir el designio divino que les puso en el camino de sus vidas al violador como prueba de fe! ¡Basta de tanta herejía! ¡Cómo fue que le hicieron caso a Eloy Alfaro cuando propuso semejante disparate de separar la iglesia del Estado! ¡Estas son las consecuencias de tamaña novelería! ¡La moral social hecha pedazos!

En todo caso, a pesar de las gigantescas perversiones que tiene el proyecto de Código Penal Integral en su estructura, el tema del aborto, que no debió ser el núcleo de la discusión, ha servido para medir el nivel de influencia que los diversos fantasmas del aborto ejercen, todavía, en la sociedad de nuestros días (por suerte, menos que antes). Por mi parte soy partidario de que la mujer decida, no el Estado, no la Iglesia y todos sus pecados, no las vacas sagradas de la moral social, sino la mujer que ha sido víctima de violación, esa mujer a la que el apoyo espiritual de la Iglesia no le sirve en el momento de velar por la manutención del hijo de quien la violó. Que decida esa mujer a quién las señoras de ProVida no le pueden devolver los años de la juventud, el sueño de una carrera, la ilusión de emprender un negocio, o por lo menos un viaje. Que nadie decida por ella, que nadie le obligué a ser héroe en una sociedad sin heroísmo. Que nadie, menos las mujeres, se atrevan a tenerle miedo a los putrefactos fantasmas del aborto.

*La República

16 jul 2012

La Tejedora de Sombras



Por Miguel Molina Díaz

Por lo general los sucesos más extraordinarios de la vida se presentan sin necesidad de buscarlos. Incluso sin quererlo. Casi por error. Así fue cómo Jorge Volpi, uno de los autores más emblemáticos de nuestros días, se vio frente a la historia de Christiana Morgan. Se encontraba trabajando en su novela No será la tierra, sobre el fin del Imperio Socialista vencido por el capitalismo, y tenía la intención de incluir a Theodor Kaczynski –más conocido como Unabomber–, como uno de sus personajes. Kaczynski –según descubrió Volpi–, antes de convertirse en el terrorista que durante años fue el autor de paquetes bomba, había sido conejillo de indias en un experimento psicológico de la Universidad de Harvard, dirigido por el profesor Henry Murray. Mientras Volpi se dedicaba a rebuscar en la vida de Kaczynski, descubriendo en el trayecto que la experimentación psicológica lesionó severamente su psiquis, encontró pasajes de la vida del Profesor Murray que le resultaron inimaginables.

El “Unabomber” no fue incluido como personaje de No será la Tierra. Sin embargo, durante largos años, todo lo que había leído sobre la impensable vida sentimental del profesor Murray le fue obsesionando. Debía, necesariamente, descubrir el oscuro y sombrío vinculo entre Murray y Christiana Morgan, así tuviera que rastrearlos hasta el fin de los días. Tuvo que leer biografías apasionantes –incluso una redactada por la ex esposa de J. D. Salinger en la que abiertamente se defendía a Christiana Morgan–, así cómo lograr el nombramiento de investigador visitante en Harvard para, durante 8 meses, perderse en los documentos de Morgan y Murray, tratando de armar el rompecabezas de lo que habían sido sus vidas.

El resultado de la investigación –obsesión– de Volpi es La Tejedora de Sombras. Una de las novelas más trascendentales que se hayan publicado en este año. ¿Qué se esconde debajo del éxito de los grandes personajes? ¿Acaso una historia enfermiza? ¿O un amor abismal? Esas respuestas, probablemente, pueden ser resueltas por Christiana Morgan. Lo que se esconde –o se teje en una oscuridad inquebrantable– no es solo una relación enloquecedora -¿acaso clandestina?– entre el Profesor Murray y Christiana Morgan, sino una experimentación en los predios más absurdos del psicoanálisis, monitoreada precisamente por una de las figuras más relevantes de la psicología en el siglo XX, el doctor Carl Gustav Jung.

La historia de Christiana Morgan es la historia de sus trances, de sus visiones, de sus quebrantamientos. Los cuadernos de visiones dibujados por Morgan son una atrevida bofetada a la racionalidad, a los pretextos supuestamente racionales, al tan despreciable sentido común. Los dibujos de Morgan constituyen, radicalmente, una antología al ser humano y los suburbios escondidos de su mente. Volpi ha recogido algunos de ellos en su novela, por ejemplo, el dibujo de una cruz, rodeada por una serpiente sobre la mirada de una mujer, en el cual Christiana Morgan anota: “Una serpiente negra con una capucha se enreda en la cruz. Le pregunto qué hace allí. Me responde: soy la que ha tomado el lugar de Cristo.”

En el ámbito académico, Morgan y Murray contribuyeron con la invención del Test de Apercepción Temática, además de un extraño Estudio Clínico de los Sentimientos, que publicaron en el marco de su trabajo investigativo en Harvard. Más no es esa su contribución a la literatura y a la humanidad, sino sus Díadas (que son el experimento en el que Morgan y Murray se unificaban en un solo ser humano). Las cuales, a nosotros los lectores, nos conducen hacia la revelación de lo que somos (humanos, locos, enfermos, obsesivos, maniacos). La Tejedora de Sombras es la historia sobre la temeraria aspiración de lograr una luz en el intelecto y en la sociedad, de la simple y fornicadora unión de una pareja. Hay relaciones enfermizas que destruyen, hay otras que condenan. Existen relaciones de las cuales no hay escapatoria. Pero Christiana Morgan convirtió a la suya en una luz, en una luz que no se apaga todavía en el siguiente siglo. Gracias a Jorge Volpi y su novela, descubrí a la mujer más libre que he conocido.

* La República

4 jul 2012

PARAGUAY INC.



Miguel Molina Díaz

La destitución del presidente Fernando Lugo de Paraguay ha sido el tema principal a lo largo y ancho del continente. En tan solo 24 horas el Congreso paraguayo realizó la acusación (por parte de la Cámara de Diputados), valoró la prueba en el Senado, concedió 2 horas para la defensa del Jefe de Estado y decidió cesar en sus funciones a Lugo. Seguramente uno de los juicios políticos más rápidos de la historia.

La institución jurídica del juicio político es una garantía del derecho constitucional para realizar el control político en el sistema de pesos y contrapesos. Desde 1979, cuando se inauguró la democracia ecuatoriana, las destituciones de los presidentes no han respondido al juicio político sino a la declaración de incapacidad mental y del abandono de cargo. Los procesos de juicios políticos, en sistemas democráticos maduros, pueden demorar largos meses, jamás 24 horas. Pero esas son, a fin de cuentas, artimañas procesales. Lo de fondo es la democracia. Y la madurez política.

Es verdad, los presidentes deben ser cesados en sus funciones cuando incurran en gravísimas violaciones a la constitución, a los derechos humanos, cuando sean encontrados en delitos flagrantes. Ese es, o debería ser, un derecho primordial de los ciudadanos de todos los países.

Pero no es justificable que legisladores, contrarios al Jefe de Estado, cambien de un día a otro el gobierno de un país, sin argumentos ni legales ni legítimos, tan solo pactando entre partidos, sumando apoyos, caprichos y votos. En el caso de Lugo se violó temerariamente los principios del debido proceso. No es cierto que con el juicio político se aplicó la constitución, por el contrario, desmantelaron el procedimiento legal prostituyendo la institución del juicio político.

El riesgo es el establecimiento de una dictadura de partidos, como la que hubo en el Ecuador hasta hace poco. Y este tipo de procedimientos, que violentan las leyes, llegan a colapsar y dan paso a gobiernos populistas, duraderos y, sobre todo, autoritarios. En fin, pésimo ejemplo el de Paraguay.

*Diario La Hora