30 jun 2010

PASAPORTES ECUATORIANOS

“Quien salva una vida, salva el universo entero.” Por Miguel Molina Díaz Después de visitar el Memorial del Holocausto Yad Vashen, 31 jóvenes ecuatorianos de todo el país, becados por el gobierno de Israel como parte de la cooperación internacional con Ecuador, tuvimos la oportunidad de asistir a la conferencia “Pasaportes Ecuatorianos” del Dr. Efraim Zadoff, catedrático de la Universidad de Jerusalén y autor de la Enciclopedia del Holocausto, y este es el resumen de su exposición. Entre 1933 y 1942 el régimen Nazi, a través de medidas diplomáticas y presiones, logra evitar la salida de los judíos de Europa y establece la persecución hacia ellos hasta culminar en su asesinato en los Campos de Concentración. En eso entonces, funcionarios corruptos y falsificadores de documentos comenzaron a vender en altísimos precios visas y pasaportes latinoamericanos, de forma clandestinamente, a judíos como último recurso para poder escapar de Europa. La posición oficial y confidencial de los gobiernos latinoamericanos fue de sentir mucha consternación por lo que les ocurría a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial pero no se veían en condiciones de recibir migración judía en sus países. Sin embargo, el gobierno de Hitler pensó que manteniendo cautivos en los Campos de Trabajo a los judíos con documentos latinoamericanos y norteamericanos se podría, en algún momento, lograr un canje con los alemanes residentes en nuestro continente, es decir, Hitler los mantuvo vivos porque los consideraba mercancía. Frente a la negativa de los gobiernos de América Latina de realizar el canje con la Alemania Nazi, el gobierno de Estados Unidos por decisión del presidente Roosevelt cambia radicalmente de posición y decide recibir a todos los judíos que puedan salir de Europa durante la guerra. En medio de ese escenario político el gobierno del Ecuador ordena al Cónsul ecuatoriano en Estocolmo tramitar la salida de Europa de 80 judíos vinculados a negocios con Ecuador, sin embargo, el Cónsul se da cuenta que la única posibilidad que podría tener éxito para sacar a judíos es otorgándoles pasaportes ecuatorianos y decide firmar 80 pasaportes legítimos. La información se filtra y al llegar al Ministerio de Relaciones Exteriores del Ecuador se decide despedir al cónsul ecuatoriano y separarlo del servicio exterior por haber desacatado la disposición confidencial sobre no otorgar documentos que puedan facilitar migración judía a Ecuador. Después de una profunda investigación en archivos del holocausto, de la inteligencia suiza y testimonios a los sobrevivientes, Efraim Zadoff descubrió que los 80 pasaportes firmados por el Cónsul Ecuatoriano, el Dr. Manuel Antonio Muñoz Borrero, llegaron a manos de más de 260 judíos que en un momento dado pidieron ayuda humanitaria en el Consulado de Ecuador en Estocolmo, antes de ser enviados a los campos de concentración y obtuvieron la nacionalidad ecuatoriana, sin pagar un centavo más que el precio establecido regularmente para los pasaportes. (Un pasaporte serbia en esa época para toda una familia) Del total de judíos que obtuvieron los pasaportes ecuatorianos, la investigación del profesor de la Universidad de Jerusalén concluyó que 72 de ellos salvaron sus vidas durante el Holocausto judío con pasaportes ecuatorianos. El más alto reconocimiento que otorga Yad Vashen y el Estado de Israel a las personas que arriesgaron su vida para salvar la vida de judíos durante la Segunda Guerra Mundial es el de Justo entre las Naciones, mención que honra y rinde el más profundo respeto en nombre del pueblo judío a los héroes que hicieron lo correcto, lo humano y lo más arriesgado, en el momento más abominable que la humanidad haya sufrido, cuando el odio se interpuso frente a todos los valores de los humanos. Cinco de los 72 judíos que sobrevivieron con pasaportes ecuatorianos firmaron la solicitud para que el cuencano Manuel Antonio Muñoz Borrero ingrese a la lista de Justo entre las Naciones, por cuanto nuestro ex cónsul se podría convertir en el primer ecuatoriano y cuarto latinoamericano en ganarse, por su humanismo y altruismo, un espacio en el Muro de Honor del Jardín de los Justos en Jerusalén y un árbol con su nombre, para que nadie por los siglos de los siglos olvide que en medio del horror y la crueldad vivida entre 1939 y 1945 hubo personas que conservaron el amor al prójimo.